Ante la crisis, política. No hay otra forma de afrontar el caos que con una buena idea que busque ordenarlo. La economía está atravesando un momento que podríamos llamar, para ahorrar epítetos, delicado. Si bien todos sufren la baja del consumo y el aumento de tarifas, cada sector tiene sus problemáticas específicas. En ese sentido, ¿qué sucede con el mercado editorial? Según los informes de fines de 2018 de la Cámara Argentina del Libro (CAL) y de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), la producción cayó más del 40% en los últimos tres años. En su discurso de apertura de la Feria del Libro, la presidenta de la Fundación El Libro María Teresa Carbano aseguró que “el primer trimestre de 2019 fue el peor en 5 años. Y lo dramático, lo que nos preocupa grandemente, es que la caída no se detiene”. Ante la crisis, entonces, política. Así fue que un grupo de escritores, editores, bibliotecarios y referentes del mundo editorial construyó junto a diputados de diferentes fuerzas políticas un proyecto de ley concreto: la creación del Instituto Nacional del Libro Argentino (INLA).

Encolumnado detrás de la figura de Daniel Filmus, diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, que fue quien presentó el proyecto, el debate empezó a correr por los pasillos legislativos y poco a poco se fueron sumando figuras de otros espacios incluso opuestos. Llegó a las comisiones de Cultura y Presupuesto y en estos días comienza su tratamiento. También a los estantes de la masividad: el viernes a las 18:30 se presenta en la Sala Pizarnik de la Feria. Pero, ¿qué es lo que se propone exactamente con la creación de este instituto? ¿Para qué sirve? ¿Qué objetivos tiene?

“Es importante aclarar esto: el instituto no es una política pública, es un ente que va a generar políticas públicas”, anticipa Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet especialista en historia y sociología del libro, en diálogo telefónico con Infobae Cultura. Además, y esto es lo importante aquí, él es uno de los autores del proyecto de ley de la creación del INLA, junto a Heber Ostroviesky. “La industria del libro es una de las áreas de la cultura más importantes en términos económicos y simbólicos, sin embargo no ha sido objeto de una política. Me podrás decir que la ausencia de hacer política es una forma de hacer política, y te diría que sí, es cierto. Pero eso se ha impuesto la idea de que el Estado se repliegue y que sea el mercado el que se haga cargo. Y el mercado no siempre regula de manera equilibrada, generalmente beneficia al más fuerte. Hoy eso se ve en la circulación del libro. Ahí el Estado tiene algo que hacer”.

Salir de la crisis y pensar a largo plazo

Así como el cine tiene el INCAA y la música el INAMU, la literatura necesitaba un espacio para pensarse a sí misma como industria. En el Congreso, Filmus dijo que “este es un proyecto presentado en un momento de crisis, pero si no hubiera crisis igual necesitaríamos un instituto del libro”. Desde luego, sin embargo el contexto es imposible de sortear. Entonces el objetivo concreto es salir —o empezar a salir— de la crisis del sector. “Uno identifica en la historia momentos muy críticos de fuerte caída, como la hiperinflación y la crisis del 2001. Hoy, en esta tremenda crisis que vive el sector del libro, el gobierno ha decidido no implementar ninguna política”, comenta Dujovne.

“Yo entiendo la urgencia del contexto, su gravedad. Libreros, editores e imprenteros están desesperados. Están demandando que el Estado intervenga. Pero esto va más allá, porque la idea es pensar políticas a largo plazo y recuperar, por ejemplo, el lugar que ocupaba Argentina dentro de América Latina en esta materia. No es que de un día para el otro se logra, pero es importante trabajar por ello. Por ejemplo, y esto es importante, de 1929 hasta 1955, más o menos, la Argentina tuvo su momento dorado. Y lo termina perdiendo frente España, que recupera esa centralidad. ¿Y cómo lo hace? Justamente, lo hace a partir de la creación de su instituto, que es en esa época. Desde luego, ahora vemos a España y aún no han podido recuperarse del todo de esas crisis sucesivas que tuvieron. Les está costando”.

Además, y para aquellos que abren el paraguas ante la posibilidad del estatismo, Dujovne sostiene que “la idea no es que el Estado venga a hacer todo. El espíritu de la ley no piensa en un Estado paternalista, sino en un Estado que acompañe con políticas culturales”.

Cada país tiene su mapa y el de Argentina, hay que decirlo, es enorme. Sin embargo, la industria del libro es profundamente centralista y ubica todas sus energías en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué sucede con el resto del territorio? “Muchos lectores, o potenciales lectores, no pueden acceder al libro en el interior porque no hay librerías, y si las hay son dos o tres donde acceden los grandes grupos”, asegura Dujovne. Por eso este proyecto tiene como uno de los grandes ejes el federalismo.

“Es fundamental que un país como Argentina, como un potencial así y una historia como la nuestra, se piense en términos federales. Si el Estado tiene una política educativa en los colegios y universidades de todo el país, ¿por qué no tendría una política de fomento de la lectura? Además, ¿qué actores definen las campañas de lectura? Si no hay campañas de lectura es porque no te interesa que la gente lea.”

“No es que estamos en contra del mercado —continúa—, el mercado tiene un rol fundamental que jugar, y pese a todo tiene un enorme vigor. El Estado tiene que potenciarlo aún más. La cuestión acá es que se han ido cortando los programas culturales. Ese vacío lo han ido ganando otros bienes culturales. En ese sentido, yo creo que el problema de fondo es qué significa un libo. Porque si el significado social del libro se lo dejamos al mercado, el libro se transforma en un bien mercantil, y es lo que está sucediendo. Son los actores los que tienen que definir el valor del libro.”

Una idea llamada bibliodiversidad

¿Cuál es la importancia de la diversidad en materia de libros? En los noventa se empezó a usar el concepto bibliodiversidad para referirse a la necesidad de que circulen las múltiples formas en que se expresan las distintas culturas. El proyecto de ley sostiene que el “principio de bibliodiversidad” es “clave para una producción y circulación democrática de las ideas y valores de una sociedad”.

En ese sentido, Dujovne asegura que “la bibliodiversidad es un término que por suerte empezó a ganar terreno. Es lo que explica André Schiffrin en el libro La edición sin editores: ¿qué pasa cuando la producción de libros empieza a ser definida por la rentabilidad? Son empresas que publican libros pensando en un público preexistente y en una rotación de venta rápida”.

“Es importante sostener a esas editoriales que van a aportar algo distinto —continúa—. Un mercado tiene que ofrecer todo: libros de calidad, libros comerciales y libros de difícil circulación pero que con los años terminan siendo bestseller, ¿no? El mercado no puede transformarse en una nueva forma de censura. La bibliodiversidad viene a poner luz en un mercado que limita la circulación”.

Dirección asamblearia y federal

La forma de gobierno que tendría este instituto es la asamblearia. El INLA está conducido y administrado por un Director Ejecutivo, un Directorio y una Asamblea Federal, se lee en el proyecto. Además, hay algo que se llama Regiones Culturales, que prevé una organización federal y plural yt son seis: NOA, NEA, Región Centro, Región Nuevo Cuyo, Región Patagónica y Región Metropolitana. “Esto fue muy conversado con los distintos actores. Este proyecto busca ser comprensivo y que tengan voz la mayor cantidad actores posibles. Hoy el desequilibrio regional es importante, por eso hay una representación geográfica, así como también hay una representación sectorial. Esta es una idea que atraviesa el proyecto”, comenta Dujovne.

“Buscamos un equilibrio entre los puntos de vista. Una forma de gobierno que sea realista. En esto somos muy conscientes: uno puede generar un organismo ideal donde todos estén contentos, pero sabemos que es imposible. Los actores tienen intereses convergentes pero a veces divergentes. Por eso un organismo como este tiene que tener un equilibrio. Es un aprendizaje político la negociación”, dice y luego agrega: “También hay un consejo asesor formado por escritores, con menos injerencia, desde luego, pero que suma una mirada importante”.

“No hubo en el último tiempo un funcionario, no digo un departamento o una oficina, con el cual se haya podido dialogar. Frente a eso, lo que la ley viene a crear es un ente autárquico con recursos propios y con capacidad para diseñar y aplicar políticas donde los propios actores tengan participación”, señala Dujovne. Y en ese diseño se incluye la financiación. El proyecto de ley es claro: propone la creación de un Fondo Nacional de Fomento del Libro Argentino que cuente con el 2% del presupuesto de la Secretaría de Cultura de la Nación como mínimo y para el funcionamiento del organismo un máximo del 20% para usos administrativos.

“Era imprescindible porque si vamos a crear una instancia que tenga efectos sobre el sector y que no sea frustrante —explica—, esa instancia tiene que tener recursos. Muchos países de la Unión Europea, a cuyo mundo del libro admiramos y nos interesa, tienen un porcentaje mucho mayor. Este número, el del 2%, nos parece importante como punto de partida, pero si queremos un sector pujante y que logre trascender las fronteras del país necesitamos recursos”.

Recuperar la fuerza de la traducción

La primera traducción al español del Ulises de James Joyce aparece en en Buenos Aires, en 1945, a cargo de José Salas Subirat. Es un dato que hoy queda olvidado, viejo, histórico y muy lejano de nuestra realidad. ¿Qué le ha pasado a la traducción argentina que ha perdido la supremacía regional? “Argentina alimentó durante décadas al universo de habla castellana traduciendo con calidad. Lo que ocurrió con Ulises se llama introducción, porque se tradujo algo de afuera para traerlo acá, pero también nuestro país fue reconocido por la extraducción: la traducción de escritores argentinos. Es imposible que los autores argentinos sean reconocidos en el mundo si no circulan. El programa SUR es ejemplar en ese sentido. Funciona muy bien aunque podría mejorarse, por supuesto. El instituto podría mejorar este área con varias medidas”.