Pianista y compositor de los mejores boleros de la historia. Los más grandes artistas grabaron canciones suyas como “Esta tarde vi llover” o “Somos novios”. Estaba internado por complicaciones de COVID-19.

El cantante y compositor mexicano Armando Manzanero falleció a los 85 años, en Ciudad de México, a raíz del Covid-19; el artista debió ser hospitalizado el jueves último en un estado que definieron como delicado en el centro médico. En ese momento, su hija, Martha Manzanero Arjona, señaló “mi padre es un guerrero y los médicos me dijeron que están haciendo todo lo posible para estabilizarlo”.

Con Manzanero muere uno de los grandes boleristas; profundo conocedor de su tradición logró a través de su talento compositivo reunir sus canciones con la vida emocional de sus oyentes. Excelente pianista, le sumó a la belleza del bolero un tono cuasi jazzístico con el que acentuó ese clima romántico tan presente en su espíritu.

“El piano siempre ha sido el amor de mi vida, mi eterno compañero, el señor que me ha dado todo”, decía Armando Manzanero cuando definía ese vínculo histórico con su instrumento. Compuso unas 400 canciones, de las cuales al menos cincuenta fueron éxitos como los de sus comienzos No y Adoro; y luego Esta tarde vi llover, Somos novios, Aquel señor, Contigo aprendí, Voy a apagar la luz y Mía, entre otros.

El escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis Aceves (1938-2010) dijo de Manzanero: “Cuando ya al bolero se lo daba por jubilado por la acción del rock y la balada norteamericana, arraiga una voz inesperada, sin el ímpetu decorativo de los tenores, ni la plenitud arrabalera de los cantantes de la Sonora Matancera, con la que transmite una sensibilidad poderosa que impregna a ese público deseoso de melodías que no abandonan, con letras que lo relacionan con los sentimientos más hondos”.

Cantante de pasiones eternas, se lo consideró casi como un promotor de la sobrevivencia de parejas en tiempos de rutina, como queda reflejado en sus composiciones Como yo te amo, No sé tú o Nada personal, en el que las armonías parecen arropar esas declaraciones de tono anímico que sólo el bolero puede contener. Sin duda participaron de estas canciones sus vastos recursos técnicos y dominio estilístico con el que enhebró melodías que llegaron tanto o más que las historias, algunas tan detalladas como sensibles.

Durante su visita a la Argentina, en septiembre de 2017, para actuar en el Auditorio del CCK, le dijo a Clarín: ““Mi manera pianística para el bolero responde a que siempre fui un admirador de la buena música, y así como soy despreciativo para lo que considero música barata, soy un seguidor incondicional de lo que llamo música artística. Desde pequeño (empecé a estudiar música a los ocho años) iba a escuchar a diversos artistas en mi ciudad Mérida, en el Yucatán; los gobiernos traían grandes músicos para que pudiéramos escucharlos. Recuerdo a un pianista, que me imagino catalán, llamado Alejandro Vilalta. Me gustó todo lo que interpretó y comencé a estudiar a Chopin, las sonatas de Beethoven, y a Liszt. Me volví un fanático de estos artistas”.

Armando Manzanero nació el 7 de diciembre de 1935, en Mérida, Yucatán, ciudad desbordante de música y cuna de numerosos compositores. Precisamente, la música siempre estuvo presente en su casa; su padre Santiago Manzanero fue uno de los fundadores de la orquesta Típica Yucalpetén y con ocho años, Armando comenzó a estudiar piano en la Escuela de Bellas Artes de Mérida.

Siendo un adolescente terminó sus estudios en Ciudad de México con los profesores Mario Ruiz Armengol, Chucho Zarzosa y Vicente Garrido. Su primera composición, con quince años, fue Nunca en el mundo, que tiene más de veinte versiones grabadas. Pero a pesar de este juvenil talento, recién a los 22 años se hizo músico profesional, en su ciudad, Mérida.

Al poco tiempo, regresó a Ciudad de México para convertirse en un solicitado sesionista y acompañante de diferentes intérpretes como Lucho Gatica, Pedro Vargas, Carmela y Rafael, Luis Demetrio, Daniel Riolobos y Juan José, entre otros. Simultáneamente, comienza a trabajar como promotor de la editora de música EMI y director musical de CBS. En 1957 inició también su otra carrera, la de productor que nació con la Sonora Santanera y Sonia López y continuó con Luis Miguel (quien disfrutó de sus composiciones en los álbumes de bolero que cantó y devolvieron a ambos a los primeros planos), Dyango y Presuntos Implicados, entre muchos otros.

Sin embargo, fue como compositor y cantante, donde Manzanero logró desarrollar su talento. Desde sus comienzos, en 1957, como acompañante ya se lucía como compositor; Bobby Capó grabó Estoy llorando y Lucho Gatica Voy a apagar la luz.

En junio de 1965 grabó su primer disco Armando Manzanero “El grande” y ese año ganó el Festival de la Canción de Miami con su tema Cuando estoy contigo. Al año siguiente su tema No, interpretado por Carlos Lico, llegó al primer puesto en ventas en el Caribe y buena parte de América latina, un reconocimiento que le permitió grabar su primer trabajo con canciones de su autoría en 1967, A mi amor con amor; disco que hoy podríamos definir como un “grandes éxitos” con temas como Esta tarde vi llover, Cuando estoy contigo, Adoro, Mía, Aquel señor, Voy a apagar la luz y El ciego.

La calidad armónica, la belleza melódica y las sentidas líricas generaron que sus composiciones fueran parte de los repertorios de grandes artistas como Elis Regina, Elvis Presley (su versión de Somos novios, la titularon It’s Impossible), Tony Bennett, Hedi Gormé, Luis Miguel, Paul Muriat, y Raphael, entre otros.

Manzanero era de una generación que participaba de festivales, competencias musicales en las que salía siempre bien parado como en el Festival de Mallorca, en 1978, que ganó con su canción Señor amor, o en 1982, en el Festival Yamaha, con Corazón amigo.

En 2000 grabó su famoso disco Duetos, en el que participaron Alejandro Sanz, Presuntos Implicados, el argentino Ariel Rot, La Barbería del Sur, Miguel Bosé, Ricardo Montaner y Mal y con el que ganó el Grammy Latino como mejor grupo vocal.

En 2011, recibió el premio por la Excelencia Musical de la Academia Latina de la Grabación, que entrega los Grammy Latinos y en 2014, recibió un Grammy honorífico por su carrera.

Un aspecto muy remarcable en la extensa trayectoria de Manzanero, de poco más de cincuenta años, fue mantener su actividad como intérprete además de sus más de 30 álbumes grabados.

Tuvo una relación estrecha con el público argentino, al que conoció en 1968, cuando se presentó en el programa televisivo de Pipo Mancera a quien recuerda con especial cariño por su estatura: “Era tan alto como yo” (son conocidas sus bromas respecto de su corta estatura). Desde aquel momento, sus temas fueron siempre si no esperados, muy bienvenidos para un público tan sensible como exigente en materia de música.

Desde el Teatro Colón, pasando por el Lincoln Center, el Madison Square Garden, el Canecao, de Río de Janeiro, el Memorial de San Pablo, el Sport Arena, en California, el Teresa Carreño, en Caracas, entre otros, desplegó esa encanto íntimo y a la vez expresivo de sus composiciones “Lo bueno de Armando Manzanero es que todo cuadra en su persona, cuando uno escucha sus canciones y lo conoce, lo siente auténtico, verdadero, es de una sensibilidad extraordinaria, un ser que irradia, lo que irradian sus canciones”, dijo Nacho Mañó, del grupo Presuntos Implicados. Esta definición del artista se conjuga con su frase ahora histórica “El mejor idioma para el amor son las canciones” y Manzanero tuvo el talento para expresarlo.

Cómo nació “Esta tarde vi llover”

Una de las grandes composiciones fue Esta tarde vi llover, un tema pleno de imágenes del que el artista recordó su creación de esta manera. “Fue un día de esos que uno dice: ‘Me levanté con el pie izquierdo’. Tenía 32 años y acababa de cobrar en la editorial en la que trabajaba, y me habían traído el dinero por unos arreglos que le hice a la cantante portorriqueña Carmita Jiménez. Salí de la editorial y hablé a mi casa para ir a almorzar y me dijeron que mi esposa se había ido con los niños al cine; llamé a un íntimo amigo, y se había ido a comer con José Alfredo Jiménez; mi mamá me dijo que no había cocinado. Entré a un restaurante, y en ese momento se largó un inesperado chubasco. La gente no tenía paraguas, ni pilotos y corría de aquí para allá, y vi gente correr y no estabas tú”, era porque sentía esa soledad de estar comiendo solo”.