La escalada de casos de infectados por el coronavirus y el total de víctimas fatales sigue acelerándose en Brasil. Ya son al menos 377.780 alcanzados por la covid-19, y los muertos suman 23.622.

Desde Rio de Janeiro. Ha sido un martes de noticias preocupantes sobre la pandemia y de intensa agitación política. Por la mañana, agentes de la Policía Federal en Rio de Janeiro, cumpliendo órdenes judiciales, allanaron el Palacio das Laranjeiras, residencia oficial del gobernador Wilson Witzel. Horas más tarde se conocieron las últimas estadísticas de la pandemia en el país y los datos arrojaron que Brasil se ha convertido en el país con más muertes diarias en todo el mundo, superando a Estados Unidos.

Witzel, a quien secuestraron celulares y computadoras, es blanco de tres investigaciones del Superior Tribunal de Justicia, penúltima instancia judicial en Brasil. La acción de ayer está relacionada a la sospecha de corrupción involucrando a la primera dama provincial, Helena Witzel, a un esquema de desvío de recursos públicos. En otra investigación, el gobierno del ex aliado de Bolsonaro está acusado de facilitar grupos que desviaron millones de reales en compras irregulares de material sanitario para hacer frente a la pandemia.

Con eso, la soga de la tensión política se estiró aún más, prenunciando nuevos tiempos de borrasca y vértigo.

Mientras tanto se confirmó una vez más que la escalada de casos de infectados por el coronavirus y el total de víctimas fatales sigue acelerándose en Brasil. Ya son al menos 377.780 alcanzados por la covid-19, y los muertos suman 23.622. Más aún, con 807 muertes en 24 horas entre el lunes y el martes pasó a ser el país con más muertes diarias por la covid-19 en tdo el mundo superando a EE.UU. (620). Además, se conoció el resultado de un estudio de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, indicando que a principios de agosto Brasil habrá superado la marca de 125.000 víctimas fatales.

Al aluvión de noticias graves se suma la ausencia absoluta de una acción conjunta entre el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, gobernadores provinciales y alcaldes. El ministerio de Salud sigue sin un titular: el general Eduardo Pazuello ocupa el puesto interinamente desde el 15 de mayo. Su primera y hasta ahora única iniciativa ha sido nombrar a una docena de militares, ninguno de ellos formados en medicina, para puestos clave en la estructura ministerial.

A la vez, el presidente sigue rompiendo todas las reglas básicas dictadas por médicos, científicos y la Organización Mundial de Salud (OMS) al alentar concentraciones de seguidores en la entrada al palacio presidencial, y al saludar y abrazar a esos seguidores casi a diario, incluso alzando bebés, todo sin tapaboca. Todo mientras reitera sus ataques contra los que adoptaron medidas de aislamiento social, mientras incentiva a la población a desobedecer las determinaciones locales.

La furia presidencial se concentra principalmente en dos gobernadores, ambos pre-candidatos para las elecciones del 2022. Uno es João Doria, de San Pablo, la más poblada y rica provincia brasileña. El otro es precisamente Wilson Witzel, de Rio.

El pasado viernes el país asistió, perplejo, al video registrado durante la reunión ministerial del día 22 de abril. Bolsonaro calificó Doria como “una bosta” e Witzel como “estiércol”. Menos de 48 horas después el entonces ministro de Justicia Sergio Moro renunció al puesto, acusando al ultraderechista de forzar una intervención en la Policía Federal de Rio, de intentar proteger a sus hijos de investigaciones. Con la salida de Moro la dirección regional de la PF en Rio fue cambiada.

Lo ocurrido ayer refuerza, y mucho, la sospecha de que además de proteger a sus tres hijos que actúan en la política Bolsonaro también pretendía apretar el cerco alrededor del gobernador, elegido con el pleno respaldo del clan de familia presidencial.

Por más sólidos que sean los argumentos de la fiscalía pública enviados al despacho del magistrado del Superior Tribunal de Justicia en Brasilia, parece inevitable que los fuertes vínculos de los Bolsonaro con la nueva dirección regional de la PF transformen las acciones de ayer en herramientas para manipulaciones politizadas de parte del presidente y de su grupo más cercano.