Una porción de paella del restaurante José Luis, de Recoleta, que vale $900 a $500. Una tabla clásica de sushi de Kanu, con un precio de lista de $700, a $400. Una pizza grande de muzzarella con 30% de descuento. Y así: esas son apenas algunas de las ofertas geolocalizadas de Winim, la aplicación móvil que se acaba de lanzar y propone comprar con descuento comida del día que los restaurantes están a punto de tirar.

En el país se desperdician 16 millones de toneladas de alimentos por año y por eso el eslogan de la startup es “Salvá la comida”.

La idea provocó algo de revuelo en las redes sociales: desde seguidores y usuarios fieles hasta críticas por “militar la crisis” y lucrar con comida que se podría donar.

“Nada que ver”, dicen casi a coro los tres amigos que están detrás de este proyecto. Santiago Guglielmetti, Santiago López Silveyra y Federico Broggi se conocen desde el jardín de infantes y estudiaron juntos en la Escuela Argentina Modelo.

“Es un tema serio. La FAO –Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura– dice que en la Argentina uno de cada tres platos de comida se tira”, le contó a Infobae Guglielmetti, que tiene 25 años y estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella y Logística en el Kedge Business School de Francia.

Pero además de eso es un nicho de negocios que ayuda al medioambiente. Primero pensamos hacer algo como una cuenta regresiva para los productos de los supermercados, pero estudiamos modelos de negocios que ya existían, algunos similares en Europa, los manipulamos un poco y así surgió Winim”, detalló el emprendedor.

El proyecto tomó forma en octubre del año pasado, lo lanzaron 11 de abril y avanza rápido. Comenzaron con 60 restaurantes en la plataforma, que ya crecieron a 110 y sumarán 600 a fin de año. Cobran sólo una comisión por cada venta en los locales y estiman que cuanto termine 2019 tendrán 350 platos vendidos por mes e ingresos que rondará $1 millón. Invirtieron USD 16.000 dólares propios para el desarrollo y diseño de la aplicación y ahora comienzan a buscando fondeo, con rondas privadas.

“Ya pasamos las 2.000 descargas de la app”, detalla López Silveyra (24), que estudió Economía empresarial y Finanzas en la Di Tella. Él mismo da más detalles del funcionamiento y el espíritu del negocio: “Mucho restaurantes cargan y venden, con mucho descuento, su excedente diario de comida. Lo hacen después de sus horarios pico (luego de las 15 al mediodía y como a las 22:30, a la noche). Otros anticipan lo que les va sobrar. Conocen su negocio, saben lo que no van a vender y lo precargan, lo usan como un especie de seguro. Es una cobertura para los gastronómicos. Queremos que vendan todo y no tiren nada”.

Para los usuarios el sistema es completamente gratuito. Bajan la app a sus móviles y el sistema muestra ofertas cercanas, por medio de geolocalización. Cada restaurante indica las franjas horarias de retiro, se confirma la compra y se puede pagar online y optar por el pago en efectivo en los locales.

La inspiración mayor para Winim fueron el sitio Too good to go (Muy bueno para irse), el europeo Karma y Food for all, de EEUU. “Tomamos cosas de modelos diferentes y las adaptamos. Too good to go, por ejemplo, no describe qué cosa va a rescatar el cliente: va buscar comida sin saber qué se va a llevar. Sabíamos que eso no se podía hacer así acá, que tenía que estar muy claro de qué producto se trata“, dijo Giglienmetti.

“Los que venían a poner un Apple Store en cada esquina, hoy te militan esto de vender más baratos los restos de la cocina”, “Es como un verdurazo pero de restaurantes y con una app. Otro triunfo del crecimiento económico”, “Ni mejor ni peor, es otra opción. Con ese criterio todos los que liquidan sus mercaderías, también deberían donarlas… El que quiere dona, y el que quiere vende y no pierde tanto”, “No son las sobras de nadie, son restos de comida que no se ha vendido servida en un restaurante”.

Esos son algunos de los comentarios en el timeline de la cuenta de Twitter de Winim.

Esperábamos cierta reacción negativa en las redes, pero tenemos paciencia para explicar todo, sobre todo las ideas equivocadas“, explicó López Silveyra. “Apoyamos y complementamos a organizaciones no gubernamentales, como Proyecto Plato Lleno, que usa voluntarios y dona a los que más necesitan, por ejemplo. Pero la logística de voluntarios no llega a todos. Esto es un brazo más: el comercio vende, gana en usuario con descuentos y entre todos ayudamos al medioambiente“, dice.

Otra crítica repetida es que se venden excedentes porque el país no pasa por un buen momento económico. “Tampoco es correcto porque es un modelo de solución global que está presente en todo el mundo para terminar con el desperdicio. Hay similares en Suecia, España, Canadá, Francia, EEUU, Australia y otros. No tiene que ver con la crisis y la economía”, agrega Guglielmetti.

Los amigos recomiendan probar el sistema, pero sobre todo probar la comida.  Y dan más ejemplos para poner en dimensión el contexto: los 16 millones de toneladas de alimentos que los argentinos desperdician en un año, equivalen a 60.000 contenedores llenos de comida, o alimentos para 3,5 millones de personas.