La idea original y el objetivo secreto de la convocatoria del Gobierno a discutir sus diez puntos básicos para salir de la crisis bien podrían ser adjudicados, una vez más, a la trilogía compuesta por Mauricio Macri, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el consultor experto en ganar elecciones, Jaime Durán Barba. Apremiado por el acelerado desgaste que tiene la figura del Presidente, el Poder Ejecutivo acaba de incorporar al escenario preelectoral, en condiciones de ser evaluados y criticados y, si fuera necesario, desollados, a todos los líderes de la oposición. Es decir: a quienes hasta ahora se sentían muy cómodos solo destacando la ineptitud del Gobierno y ofreciendo recetas lindas de escuchar pero difíciles de realizar con éxito.

Para que se entienda bien: les anticipó los tiempos de la campaña y los puso en igualdad de condiciones. O, por lo menos, en condiciones más parejas, con el objetivo de no ser el único blanco de las feroces críticas de una opinión pública muy enojada con la clase dirigente en general, y al mismo tiempo, aparentemente, muy volátil a la hora de emitir el voto.

A partir de ahora no les va a ser suficiente solo con decir: ‘De esto se sale creciendo o bajando la pobreza’. Van a tener que aclarar y detallar cómo hacerlo, de dónde van a sacar la plata para hacerlo, y cómo piensan llevarlo a cabo sin que explote el déficit, volvamos a la bola de nieve de los subsidios o a la intervención del INDEC y la manipulación de estadísticas oficiales”, argumentó uno de los máximos funcionarios del gobierno que trabajó en la letra chica de la propuesta.

Al mismo tiempo, la convocatoria obliga a Cristina Kirchner, Sergio Massa, Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey, la CGT y la Iglesia a reflexionar sobre dónde pararse. O sea: que qué es lo mejor y lo más conveniente de hacer frente a la invitación oficial.

¿Negarse y limitarse a decir que se trata solo de marketing electoral? Esta postura tiene sus ventajas y sus desventajas. Lo bueno es que, en apariencia, elude el abrazo del oso del oficialismo. Lo malo es que de inmediato, no solo el Gobierno, sino quienes acepten la propuesta a conversar, les indilgarán a los líderes que rechacen el convite una conducta tan mezquina y electoralista como la invitación oficial.

¿Aceptarla y presentar una propuesta superadora, como están evaluando cerca del ex ministro Lavagna? Puede ser evaluada como un acto de generosidad política, pero es seguro que, en el momento de presentar su “plan” por escrito, será tan o más criticado que el propio Gobierno y su imagen de “prócer” que se encuentra por encima de la mayoría bajará más temprano que tarde al barro de la realidad y la multigrieta.

Ponerse a discutir punto por punto es algo que ya está empezando a suceder entre los sectores que los quieren usar como argumento para rechazar o aceptar el convite. ¿Se imaginan a Cristina Kirchner de acuerdo con Macri en cuestiones tan discutidas como el equilibrio fiscal o la independencia del Banco Central?

Cualquier analista inquieto coincidirá en que lograr un gran acuerdo nacional, ahora mismo, en la Argentina, es demasiado difícil, por no decir imposible. Pero Macri, Peña, Durán Barba y hasta los dirigentes más acuerdistas y políticos de Cambiemos, como el ministro Rogelio Frigerio y el diputado Emilio Monzó, además de la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta, podrán argumentar, sin ponerse colorados, que, el Gobierno finalmente hizo lo que pedía una buena parte del país: convocar a la oposición y escuchar sus propuestas para hacer un país mejor. Incluso ya les empezaron a responder a quienes les endilgan que ahora es demasiado tarde con la trillada pero oportuna frase: más vale tarde que nunca.

* Editorial de Luis Majul en su programa La Tarde en CNN Radio