En una entrevista realizada por el periodista Hugo Caric, la catamarqueña radicada en Córdoba, habló de sus inicios en el boxeo, algunos aspectos duros de su vida y además de la posibilidad latente de pelear por el título del mundo.

Una de las frases relevantes fue: “Si no fuera por el boxeo, hoy sería una menos” ya que el deporte la salvo de muchos aspectos crudos de su adolescencia.

El 20 de marzo, cuando empezó a regir el aislamiento social, preventivo y obligatorio, debía combatir en Buenos Aires con la jujeña Julieta Cardozo por el título mundial interino Supergallo de la Asociación Mundial de Boxeo. 

“Primero iba a ser sin público y luego se canceló. Fue un bajón, pero entendí la situación”, dice la catamarqueña que vive en Córdoba desde hace casi una década. “Estoy entrenando y esperando la nueva fecha”.

La recreina está invicta en 10 peleas desde su debut profesional en 2018. En abril del año pasado obtuvo el título continental de peso gallo y ocho meses después ganó las fajas argentina y sudamericana de la categoría superior. 

“Mi izquierda es poderosa. Cuando meto esa mano mis rivales se tambalean de lo lindo”, cuenta la pugilista que forja sus ilusiones en el Centro Vecinal de barrio Los Álamos bajo las órdenes del entrenador Manuel Albarracín. 

La “capricho” es muy optimista y señala “Voy a ser la primera campeona del mundo de Catamarca”, asegura Nazarena, que tiene como manager a Carlos Tello (h) y es la única mujer que integra la escuadra de Sampson Lewkowicz, el promotor uruguayo que acompañó a Sergio “Maravilla” Martínez en su esplendor. 

Con respecto a algunos aspectos de su vida, Romero manifestó que los rivales de afuera del ring, fueron los más duros, como la pobreza, las drogas y violencia de género.  “Viví momentos muy difíciles, pero quizá me tenía que pasar todo eso para que hoy esté aquí”, afirma.

“No hubiera sido boxeadora si no me peleaba con mi mamá”, refiere sobre su decisión de viajar a Córdoba a dedo y con una hija en brazos. Tenía 17 años y venía de una difícil relación de pareja que tendría un segundo y casi trágico capítulo en nuestra provincia. Su refugio fue la Villa El Fachinal.

“Ya conocía y sabía que acá iba a tener dónde vivir y no iba a pasar hambre, porque el cordobés es solidario. En Recreo, si no trabajás en Arcor o en la Muni estás en el horno. La primera vez que vine tenía 11 años. Mi mamá me había pelado porque ya no sabía qué hacer para que no saliera, pero me puse una gorra y me tome el palo. Era terrible”, relata.

Cuenta que durmió en una plaza y en la terminal de ómnibus, donde arrebataba pertenencias a pasajeros desprevenidos, y que trabajó en un taller de chapa y pintura y en una fábrica de tutucas hasta que, por casualidad, el boxeo apareció en su vida. “El deporte me convirtió en otra persona”, reconoce.