Tuvo una idea, la compartió en Twitter y pidió dinero para financiarla. Un sábado a la noche subió una planilla a la nube para que sus eventuales socios se anotaran, y detallaran cuánto estaban dispuestos a desembolsar. El domingo al mediodía tenía promesas de inversión por 5 millones de dólares.

Ese podría ser un resumen rápido de la breve historia de Vatuit, una empresa que surgió en una red social, que está en pleno proceso de registro y que tiene 359 socios que toman decisiones votando por Discord, una aplicación que usan los adolescentes para jugar videogames online. La compañía que nació de una “vaquita tuitera” –de ahí su nombre– promete levantar una fábrica que va producir chipá para celíacos. Más que eso, en rigor: quiere convertirse en una app que comercialice de manera directa a los consumidores cientos de alimentos a precios que llegan hasta la mitad de lo que cuestan en las cadenas de supermercados.

¿Es posible? ¿Es un negocio en serio? ¿Se pueden tomar decisiones gerenciales de esa manera y entre tantos socios? ¿Van a terminar poniendo todos el dinero que prometieron online? “Sí. La respuesta a todo eso es ‘sí’. Por ahora venimos bárbaro”, le dice a Infobae con una sonrisa Pablo Ricatti (@pricatti19, 7.876 seguidores), el ideólogo de la iniciativa.

“Es una tarea muy participativa, inédita en lo que es la gestión de una empresa. Esto es muy parecido a una democracia directa donde los mismos accionistas trabajan y son gerentes. Yo soy el presidente, la cara visible nada más. Atrás somos 359 tipos que estamos preocupándonos por llevar adelante este proyecto“, explica.

– ¿Cómo surgió la idea?

– Yo hice judo, y siempre creí en su lema: ceder para vencer. Nunca hubiese podido generar esta empresa solo: sería un tipo más que puso una fábrica de chipá. De esta manera vamos a poder generar un negocio enorme y abrir más fábricas. Estoy convencido de que esta es la locomotora de todo un tren. Los argentinos tienen 30.000 millones de dólares depositados en las cuentas de los bancos casi sin generar intereses. Hay que darles la posibilidad de que comiencen a invertir en la economía real, de ser dueños. Primero vamos a crear una fábrica libre de gluten porque a los primeros que queremos ayudar es a los celíacos que pagan muy caros los alimentos que consumen. Y además vamos a incorporar productos de terceros, de Pymes que tengan dificultades en la comercialización y la logística. Nacimos desde los pequeños inversores y queremos que pequeños productores incorporen sus productos a nuestro catálogo.

– Hablando de los pequeños inversores, esto comenzó con tuit en el que le proponías a tus seguidores un negocio.

– Sí, armé un video en Periscope y presenté medianamente el plan de negocios. Puse una planilla en la nube para que se anoten los que querían participar y les pedí que indicaran cuánto les interesaba aportar. Lo colgué un sábado a las 8 de la noche y a las 10 de la mañana del domingo, cuando me levanté, la cuenta daba cerca de USD 5 millones. Ahí nomás lo cerré (risas). El proyecto se hace con USD 2 millones, era mucho. A partir de ahí empecé a pedir mayor información aclarando que buscaba fondos validados por los bancos, blancos, vía transferencia bancaria. Después, seleccioné.

– Primero, pequeños inversores. Hoy somos 359. Éramos 360 y esta semana uno se tuvo que ir a vivir al exterior y se bajó. Firmamos el estatuto, estamos empezando a fondear la sociedad y a buscar el lugar donde vamos a levantar nuestra fábrica.

– ¿Qué rango de inversiones aceptaste?

– Entre 150 dólares y 84.000 dólares. El aporte lo propusimos en dólares, pero en el momento que se genera la sociedad se convierte al tipo de cambio. Así que todavía no sabemos cuántos pesos vamos a recaudar en la creación de la empresa. Pero la idea es que cada acción, valga un peso y tenga un voto.

– ¿La mayoría accionaria es tuya?

– No, en absoluto. Voy a tener el 20% de los votos, pero el 8% del capital. Los accionistas así lo pidieron, querían que sea yo el que esté al frente de la compañía y que a pesar de tener un capital pequeño cuente con mayor peso en las votaciones. En esta sociedad los inversores forman parte del día a día. Los programadores discuten sobre la app, los arquitectos cómo levantar la fábrica, los diseñadores arman el logo y la marca, y así.

– ¿Cómo van a repartir utilidades?

– Hasta que no se cierre el primer balance no se pagan dividendos, pero a partir de ahí queremos pagar mensualmente. Que esto se transforme en una “vaquita” lechera y que todos los meses tengan depositados los fondos si es que la compañía ganó.

– ¿Creés que alguno de los que se comprometió se puede retirar y no poner el dinero?

– No, no, están firmes. Fuertes. Hay mucho interés. El proyecto fue planteado con un tope y nos pasamos. Se votó si bajábamos, porque estamos en USD 2,2 millones y hay USD 200.000 que sobran. Decidimos dejarlos, pero ya hubo eventos internos que muestran que hay más interés en aumentar la participación que en retirarse. Uno de los socios era director en una gran empresa de alimentos y en un momento se fue porque veía conflictos de interés, que íbamos a competir fuerte. Eso también nos marca la pauta de que vamos por el buen camino.

– ¿Cuándo va a estar lista la fábrica?

– En 10 meses. El año que viene vamos a estar operativos.

– ¿Y cuánto van a vender en el primer año?

– El último de los 12 meses del primer año de operaciones, unos $300 millones. Queremos salir con setenta, cien productos. No sólo los nuestros, sino de terceros en un catálogo en el que la mayoría serán sin gluten. Apuntamos a un consumidor que está buscando alimentos saludables, además. Muchos nos dicen que la chipá ya es un producto sin T.A.C.C., lo sabemos, pero si los elabora una panadería que está contaminada ese alimento le puede hacerle muy mal a un celíaco.

Entre risas, Ricatti se define como “tuitero”. En realidad es contador y trabajó varios años en la mesa del banco mayorista Lazard, hasta 2010 cuando se fue a gerenciar Salke Fresh, la distribuidora de alimentos de su tío abuelo. “Él comenzó en diciembre del 93. Cuando entré ya era una empresa de cierto tamaño, pero venía en franca caída. Se había expandido demasiado y le estaba costando administrar. Así me fui del banco a San Justo a vender panchos y hamburguesas”, cuenta.

Salke Fresh tiene 51 empleados y factura $25 millones por mes. En abril produjo 1.300.000 panes, luego de un pico de 1.800.000 en octubre del 2017, aunque en mayo “está repuntando bastante fuerte”, comenta Ricatti.

Todos esos detalles y más, incluidos los balances y otras vicisitudes cotidianas de vida de una Pyme, las comparte online con sus seguidores, además de hacer algunas recomendaciones sobre temas financieros. Ahora promete dejar ese rol gerencial diario en su empresa familiar para dedicarse full time al nuevo proyecto tuitero.

“Los que invirtieron me conocen”, asegura el emprendedor, aunque admite que les vio la cara sólo a unos 80 que participaron de una reunión informativa. Eso sí, pasó varios días mirando videos de los 360 donde cada uno mostraba sus documentos y cuentas bancarias. “No las claves, claro, pero sí una parte de los saldos para corroborar que realmente tenían los fondos que decían que querían aportar”, explica.

– ¿Dónde va a estar Vatuit en cinco años?

– Vamos a hacer pie en el mercado. El concepto es fuertísimo: podemos vender un producto a la mitad de lo que se lo paga.

– ¿Por qué crees que ese sábado a la noche tus seguidores dijeron “sí” y se convirtieron en tus socios?

– Yo muestro todos los números de mi negocio actual en Twitter. La fábrica en la que hoy producimos se comenzó a construir a fines de 2015 y fui reflejando todo online: los ladrillos, el techo, una máquina que importamos. Está todo publicado. En un momento de dificultad como fue el 2018 no tuvimos serios inconvenientes, no estamos endeudados con los bancos y por eso la tasa de interés no nos afecta tanto. Vieron en mí a alguien que pude administrar bien una Pyme. Nos va a ir bien. Además, este proyecto arranca con lo que le falta a todo el mundo: la plata, lo más difícil de conseguir.