En esta nota, las causas y los potenciales costos de los sentimientos de soledad y depresión particularmente frecuentes en los adultos jóvenes.

Mientras los psicólogos se preocupan de que la pandemia de coronavirus esté desencadenando una epidemia de soledad, una nueva investigación preliminar de Harvard sugiere que los sentimientos de aislamiento social están aumentando y que los más afectados son los adolescentes mayores y los adultos jóvenes.

El informe, basado en una encuesta online a aproximadamente 950 estadounidenses en octubre del 2020, explora desde varios tipos de soledad hasta las diversas causas y los costos potencialmente elevados de la misma, incluida la mortalidad temprana y una amplia gama de problemas físicos y emocionales graves, que incluyen depresión, ansiedad, enfermedades cardíacas, abuso de sustancias y problemas domésticos.

Según pudieron observar las y los investigadores, el 36% de todos los participantes, incluido el 61% de los adultos jóvenes de entre 18 y 25 años y el 51% de las madres con niños pequeños, sienten una “seria soledad” casi todo el tiempo o todo el tiempo.

“Me sorprendió el grado de soledad entre los jóvenes”, dijo Richard Weissbourd, psicólogo y profesor titular de la Harvard Graduate School of Education (HGSE) que ayudó a dirigir la investigación. “Si miras otros estudios sobre las personas mayores, sus tasas de soledad son altas, pero no parecen ser tan altas como lo son para los jóvenes”.

Asimismo, en el estudio sostienen que aproximadamente la mitad de los adultos jóvenes solitarios en la encuesta informaron que nadie en las últimas semanas se había “tomado más que unos pocos minutos” para preguntar cómo les estaba yendo de una manera que les hiciera sentir que la persona “se preocupaba de verdad”.

La inquietante estadística es aún más preocupante cuando se combina con los datos de junio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades que muestran que el 63% de los jóvenes informaron haber experimentado síntomas sustanciales de ansiedad y depresión.

“Como sociedad, hacemos poco para apoyar a los adultos emergentes precisamente en el momento en que están lidiando con las decisiones más definitorias y estresantes de sus vidas relacionadas con el trabajo, el amor y la identidad. ¿A quien amar? ¿Que ser?”, cuestionan.

En este sentido, Weissbourd explica que los adolescentes mayores y los adultos jóvenes pueden ser particularmente susceptibles porque con frecuencia están “pasando de sus familias heredadas a sus familias elegidas”, lo que significa que carecen de conexiones importantes con aquellos que pueden “ser barreras críticas contra la soledad”; y que mientras aquellos que son estudiantes pueden tener dificultades para adaptarse, los que no asisten a la escuela o a la universidad pueden sentirse desconectados de importantes grupos sociales o comunidades.

A esa edad, a su vez, los jóvenes también suelen tomar decisiones críticas sobre sus vidas y relaciones profesionales y personales, lo que puede aumentar el estrés y la sensación de aislamiento, sostiene.

La encuesta también sugiere que las personas solitarias frecuentemente sienten que se acercan o escuchan a otras personas más de lo que otras personas se acercan a ellas o las escuchan. “Estas cosas pueden volverse contraproducentes”, dijo Weissbourd. “Cuando sentís que te estás esforzando mientras otras personas no lo están haciendo, o sentís que te van a rechazar de nuevo, te retraés, lo que aumenta tu soledad y tu ansiedad por las situaciones sociales”.

Aunque la situación de los jóvenes estadounidenses no necesariamente pueda ser la misma en el resto del mundo, diversos estudios a lo largo del último año muestran que estas estadísticas se repiten: datos de los estados miembros de la Unión Europeapaíses del norte y oeste de Europa y Reino Unido documentaron aumentos similares en la soledad y los problemas de salud mental entre los adultos jóvenes e incluso los estudiantes (que generalmente no se consideran en riesgo de soledad).

Weissbourd y sus colegas sostienen que la solución requiere de una infraestructura social sólida, como campañas nacionales, estatales y locales que enfaticen la importancia de mantener los lazos sociales; campañas que brinden estrategias para identificar y manejar los pensamientos y comportamientos contraproducentes que alimentan la soledad, e incluso médicos que pregunten sobre la salud mental durante los exámenes físicos anuales.

Por otro lado, consideran que “combatir la soledad es un imperativo moral en una sociedad cada vez más hiperindividualista, donde muchas personas optan por centrarse en el bienestar de su pequeño círculo de familiares y amigos”, y que aquellos que estamos en condiciones de hacerlo deberíamos tratar de llegar a las personas que podrían sentirse solas.

“Si todas las personas que se encuentran bien pueden comprometerse a comunicarse con alguien que les preocupa que pueda sentirse sola una vez a la semana, eso sería algo bueno”, finalizó Weissbourd.