El extinto narcotraficante Pablo Escobar se convirtió en una especie de mito popular en el mundo entero, luego de amasar una fortuna de 420 millones de dólares por semana, producto del tráfico de cocaína, que lo convirtió en el séptimo hombre más rico del mundo según la exclusiva lista de la revista Forbes, entre 1987 y 1993, año en que fue abatido por la Fuerza Pública colombiana.

Pero lo cierto es que el líder del Cártel de Medellín fue un sanguinario capo que sumió a Colombia en una violencia urbana nunca antes vista en la historia del país en medio de su guerra con el Estado, y que dejó más de 46 mil víctimas. Aun así, sus excentricidades siguen llamando la atención y curiosidad de muchos, incluso se han tejido leyendas alrededor de él dadas por ciertas, pese a que sus familiares las han desmentido.

Un concierto de los Rolling Stone en la Hacienda Nápoles, el unicornio de su hija Manuela, el carro agujereado por impactos de balas de Al Capote, la compra de la espada de Simón Bolívar, la financiación de la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, el ofrecimiento del pago de la deuda externa del país y una reunión con el escritor Gabriel García Márquez son algunas de ellas.

Los Rolling Stone en la Hacienda Nápoles

Una increíble fábula, llena de imaginación, se creó teniendo como escenario la emblemática propiedad del capo conocida como Hacienda Nápoles, la impresionante mansión ubicada en el Magdalena Medio con pistas de aterrizaje, colección de autos y motos, piscinas y un zoológico con especies de todo el mundo. Supuestamente la reconocida banda de rock los Rolling Stone había estado allí en un concierto privado para Escobar a comienzos de los 80’s.

Cuenta la leyenda que el quinteto británico no paró de tocar hasta que el capo así lo dispuso. Por supuesto, no existe ningún registro de semejante anécdota. Pero el mito fue tan atractivo que el artista argentino Luciano Denver, en 2012, diseñó una exposición titulada ‘Mito’, que simulaba ese episodio a través de fotografías, pinturas y afiches.

El narco que sí fue abiertamente fan de los Stones fue su socio Carlos Lehder, que a diferencia de los demás mafiosos tuvo una educación en Estados Unidos que le amplió los gustos culturales. Sobre él también se corrió el rumor de que la banda tocaría en la finca Posada Alemana, en el Eje Cafetero, propiedad de este miembro del Cártel de Medellín.

Tampoco hubo ningún concierto. Pero en su autobiografía, el guitarrista de los Rolling Stone, Ron Wood, contó que en 1979 Lehder lo invitó a él y a Ringo Starr, el baterista de la también banda británica The Beatles, a pasar un fin de semana en Cayo Norman, la isla en las Bahamas que compró el capo para usarla de pista para traficar la cocaína colombiana hacia Estados Unidos.

Una experiencia que Wood describe como un intercambio de música y droga que terminó mal. “Decidió (Lehder) que nos íbamos con él y no creo que tuviéramos mucha más opción. (…) No fue tanto una invitación como una orden. Era un tipo muy dominante“, escribió en su autobiografía.

La Hacienda Nápoles ya era de por sí excéntrica, pero los mitos que crearon sobre ella la exageraron aún más. Uno de los más conocidos fue el supuesto unicornio que Escobar le regaló de cumpleaños a su hija Manuela durante una ostentosa fiesta realizada en el lugar. Cuenta la leyenda que, como ese animal mitológico no existe, mandó a sus escoltas a coser un cuerno en la cabeza de un caballo, que al poco tiempo murió de una infección.

Aunque la historia podría ser posible entre las ocurrencias de un mafioso que creía tener el mundo en susu manos, su viuda, María Victoria Henao, lo desmintió recientemente en el libro Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar, que lanzó hace poco con la editorial Planeta. La mujer admite que su esposo no tenía reparos en cumplir todos los antojos y caprichos de sus hijos, pero en esa fiesta de los cinco años de Manuela, Escobar se presentó con una yegua y su cría y se fue enseguida, pues ya estaba siendo perseguido por las autoridades.

“Me refiero al famoso unicornio que dicen que Pablo le regaló a su hija. Qué locura. Llegaron a afirmar que Pablo ordenó que le clavaran un cacho en la frente a un caballo blanco y que le pegaran alas con grapas para que pareciera un unicornio. También dijeron que el animal había muerto por la infección que le causaron las heridas. No sé de dónde salió ese cuento atroz, pero lo cierto es que jamás sucedió“, escribió la viuda en el libro.

En esa misma hacienda, entre la colección de autos del capo, había un Pontiac de 1933 lleno de agujeros hechos por impactos de bala que supuestamente había pertenecido a Al Capone. Escobar era un gran admirador del famoso gánster estadounidense de los años 20 y 30, por lo que mandó a comprar un Ford similar, de un modelo más reciente, y él mismo le disparó para que se asemejara a uno verdadero.

En su libro, el hijo del capo, Juan Pablo, cuenta que la hacienda tomó su nombre en homenaje a Al Capone: “el padre del célebre gángster estadounidense de los años veinte del siglo pasado, Gabrielle, nació en la ciudad de Nápoles, Italia. Mi padre admiraba a Al Capone y por eso leía cuanto libro o periódico hablaba de su carrera como criminal. Alguna vez, en una de las escasas entrevistas que concedió, un periodista japonés le preguntó si se creía más grande que Al Capone. Y respondió: ‘Ignoro cuánto medía Al Capone, pero creo que yo soy unos centímetros más alto que él'”.

Cuando el estado colombiano empezó a acechar a los narcotraficantes, con el apoyo de los Estados Unidos, que buscaba que el gobierno aprobara el tratado de extradición, se dijo que Escobar y los otros capos del Cartel de Medellín ofrecieron pagar la deuda externa del país a cambio de eliminar por completo esa posibilidad que los obligaba, tras ser capturados, a pagar pena en cárceles norteamericanas.

Ese mito se tejió cuando varias personalidades intervinieron por una salida negociada que acabara la guerra que la mafia había empezado con el país entero, en el que los mafiosos incluso ofrecieron entregar sus laboratorios de procesamiento de cocaína, las pistas aéreas clandestinas y las rutas de tráfico. El documento firmado por los narcotraficantes fue enviado al entonces presidente Belisario Betancur y a la DEA.

Por ese entonces Escobar ya había mandado a matar al entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, que lo había denunciado ante el Congreso de la República. El gobierno le declaró la guerra y surgió en ese momento el supuesto ofrecimiento de pagar la deuda externa de Colombia, pero nunca un oficial confirmó esa versión.

Compra la espada de Simón Bolívar

La noche del 17 de enero de 1974, cinco hombres encapuchados ingresaron al Museo Quinta de Bolívar, en pleno centro de Bogotá, y que una vez fue la vivienda de Manuela Sáenz, y rompieron el vidrio de la urna donde permanecía la espada del libertador Simón Bolívar. Fue el robo del siglo y una estrategia de marketing de un grupo guerrillero que anunciaba así su conformación, llamado M19.

Semanas antes habían aparecido extrañas propagandas pagadas en el diario más leído del país, El Tiempo, anunciando en mensajes cifrados su conformación en respuesta al presunto fraude electoral que llevó a la presidencia a Misael Pastrana Borrero. Mientras el grupo armado estuvo activo las autoridades siempre estuvieron en busca de la espada de Bolívar, y mucho se especuló sobre su paradero, incluso que fue vendida a Pablo Escobar.

Juan Pablo Escobar, el hijo del capo, contó en su libro que un día su padre llegó con una espada que dijo ser de Simón Bolívar y se la dio, y años más tardes se la pidió diciendo que debía devolverla a quienes se la habían dado a guardar. Tras la desmovilización del M19 en 1991, como muestra de voluntad de paz, devolvieron la espada. Después de eso, ex miembros de esa guerrilla, hoy políticos conocidos en la vida pública del país, han desmentido que el capo hubiera tenido la espada alguna vez.

Toma del Palacio de Justicia

El 6 de noviembre de 1985, el M19 se tomó el Palacio de Justicia, más de 100 personas murieron en extrañas circunstancias entre las balas de la guerrilla y el Ejército, incluso la cúpula de magistrados que conformaban la Corte Suprema, y muchos desaparecidos que aún hoy no se conoce su paradero. En su momento se especuló que los combatientes pidieron a Escobar dinero para financiar esa operación, y que él accedió para que destruyeran las pruebas contra él almacenadas en el edificio.

Esa versión fue retomada en el libro del ex líder paramilitar Carlos Castaño, pero jamás fue comprobada. Y en las investigaciones posteriores contra la guerrilla, el Tribunal Especial concluyó que el “M19 actuó solo”. El objetivo de ese hecho histórico para el país fue realmente castigar al entonces presidente Belisario Betancur, acusado de traicionar las conversaciones de paz que habían tenido con ellos y otros grupos insurgentes.

Reunión con Gabriel García Márquez

En una entrevista, John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, uno de los principales sicarios de Pablo Escobar, aseguró que supuestamente el nobel de Literatura Gabriel García Márquez había servido de intermediario entre Pablo Escobar y Fidel y Raúl Castro para un presunto envío de cocaína desde Cuba.

Supuestamente él, Popeye, entregó una carta al escritor para que se la hiciera llegar a los hermanos Castro. En la misiva el capo pedía a los líderes cubanos un submarino ruso para traficar droga desde México hasta La Habana, con destino final a Miami, Estados Unidos. Nadie nunca confirmó esa versión, pero incluso se habló de una reunión personal entre García Márquez y Escobar.

Después del asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, se dijo que el nobel se reunió con el capo para buscar un acercamiento con el gobierno que pusiera fin a la violencia que se había desatado. Eso fue desmentido por el periodista y escritor Germán Castro Caycedo, quien siempre quiso escribir un libro sobre el narcotráfico en Colombia desde la mirada del propio narcotraficante Pablo Escobar.

El libro nunca se concretó. Pero durante su investigación, Castro Caicedo se reunió ocho veces con el mafioso para conocer a fondo su metodología. En el libro En secreto quedaron registrados apartes de esas conversaciones, y allí asegura que la supuesta reunión con García Márquez no existió.