Era un 8 de diciembre, nada más y nada menos que el día en que se celebra la Virgen del Valle, cuando Nicolás Navarro despertó de su coma. Poco más de mes atrás, la promesa del ciclismo catamarqueño corría para la Selección Argentina en La Pampa cuando un fatídico accidente paralizó todo su mundo un 6 de noviembre, hace hoy dos años atrás.
“Estábamos en casa con mi mujer cuando nos llamaron. Nos decían que Nico estaba muy grave y que teníamos que llegar hasta allá. Estaba aterrado por la idea de que me estuvieran mintiendo, ocultándonos que había pasado lo peor… Cuando agarré el auto, se me nublaba la vista y de la desesperación no tenía ni idea para dónde quedaba La Pampa. A la altura de La Rioja, erré la ruta y comencé a alejarme cada vez del destino”, relató Mario, padre de Nico.
Cuando finalmente llegaron a La Pampa, se encontraron con el peor de los panoramas. “Era tan duro verlo así, agradecíamos que estuviera vivo, pero los médicos no nos daban ninguna esperanza”, recordó Mario, que en aquel momento sólo podía rezar junto a los suyos mientras pasaran las primeras 72 horas que desde el hospital indicaban esperar para conocer el rumbo del caso. “Dentro de esas 72 horas llegó Maximialiano Brumec (N. de R.: Secretario de Deportes y Recreación) junto al Dr. Jorge Herrera, que era el médico de mi hijo desde chiquito. Ahí pudimos sentir el apoyo y la garantía de que se iba a hacer hasta lo imposible por la salud de mi hijo”, agregó.
Pasado ese desesperante primer plazo, Nico entró en un coma inducido. “Nico estuvo unos 20 días en terapia, dormido, hasta que los médicos nos dijeron que ya no podían hacer más nada. Decían que sólo un milagro podía salvarle la vida y lo bajaron a otra sala”, detalló el padre. Fue en aquel momento en que el amor más profundo comenzó a obrar sobre la salud del joven. “Su madre Marta pasaba el tiempo hablándole y poniéndole música para de alguna manera contenerlo en su sueño y llamarlo. Le poníamos a Walter Olmos, le hablábamos y veíamos como caían unas gotitas de sus ojos”, relató Mario. Fue en aquellas horas de entrega total que el “milagro” que los médicos decían que debía ocurrir finalmente aconteció: “El día 8 de diciembre, como a la hora en que pasa la virgencita después de la procesión, él despierta, abre los ojitos y le hace señas a la madre como preguntando dónde estaba”.
Una vez despierto, vendría uno de los mayores desafíos, y también una de sus mayores oportunidades: el traslado a Buenos Aires para comenzar con su rehabilitación en las instalaciones de la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia (FLENI).  “El profesor Brumec y el Dr. Herrera ya venían movilizándose y gestionando para comenzar la rehabilitación. Se barajaban varias posibilidades, como Rosario o Córdoba, pero finalmente se logró el FLENI”, explicó. Pero el camino por delante sería duro. Terminada la junta médica del instituto de rehabilitación, a los padres de Nico les hicieron firmar un convenio por el cual la institución se comprometía a realizar su trabajo por 84 días sin garantizar resultados, debido su estado de salud.
La noche del jueves 22 de diciembre de ese 2016, durante la Cena Premiación del Deporte, Nico apareció en la pantalla principal para agradecer a quienes acudieron desde el primer momento para ayudarlo y emocionó a todos con su gran mensaje de fuerza desde su habitación en Buenos Aires. “Muchas gracias por el apoyo. Ahora estamos tratando de recuperarnos de la caída. De a poco mejorando. Los quiero mucho”, decía Nicolás, que ya mostraba notables mejorías.
Con la mitad derecha de su cuerpo paralizada, Navarro inició la más dura de sus carreras. Los trabajos se hacían todos los días y en doble jornada, e incluían reaprender a caminar, mantener el equilibrio, usar las manos, comer e incluso hablar. Tuvo también la fortuna de contar con un kinesiólogo que, movilizado por el cariño hacia el catamarqueño, lo atendía fuera de horario y por su cuenta. “Su madre le había hecho un abecedario y le enseñaba las letras, cómo se formaban las palabras; mamá, papá”, indicó Mario. Unos días antes de cumplirse los 84 pactados, la favorable evolución de Nico lo trajo de vuelta a su casa, a Catamarca, donde fue recibido por su familia y la gente. Aquí lo esperaría el Dr. Herrera, su médico de cabecera desde los 6 años que, junto a su equipo de la Dirección de Rendimiento Deportivo en la Secretaría de Deportes y Recreación de la Provincia, continuarían la labor de rehabilitación que comenzó en Buenos Aires.
“Es la fuerza de voluntad que Nicolás tiene la que lo llevó a recuperarse de la forma en que lo hizo”, aseguró Marta, su mamá, que orgullosa cuenta que hoy las paredes de la pieza del joven están cubiertas por carteles que lo alientan a seguir superando etapas tanto en su recuperación como en la carrera de Profesor de Educación Física, que inició por recomendación del Dr. Herrera en medio del proceso y como una forma de sumar trabajo intelectual a la rehabilitación, conectándolo siempre a su pasión por el deporte. Los padres, agradecidos a la vida, no ahorraron detalles para describir la emoción de tener a su hijo en casa: “Con solo verlo acostado en su cama lloro de la emoción. Cuando recuerdo cómo estaba aquel día en La Pampa y lo veo hoy… lloro”, reconoció Mario. La mamá, pilar fundamental en la estabilidad emocional de toda la familia sostuvo: “Le agradezco a Dios por tenerlo. La fuerza de voluntad que él tiene nos hace la tarea mucho más fácil. Todos los días lo hablo y cuando se decae estoy ahí para levantarlo. Nico está desafiando a la vida todos los días y tenemos que estar agradecidos. Él la lucha”.