En la época en la que Bernie Sanders y Alexndria Ocasio Cortez son las estrellas de la izquierda estadounidense y en la que la palabra “socialismo” parece alejarse del estigma negativo en ese país, Frances Fox Piven vuelve al escenario principal. Hace pocos días, el New York Times visitó el hogar de la distinguida profesora de sociología de la City University of New York para hacerle una entrevista, algo impensado solamente cinco años atrás. Hoy por hoy, es una figura que se encuentra en resurgimiento: los jóvenes votantes de Bernie, que leen la revista socialista Jacobin y van a las reuniones de los Socialistas Democráticos de América (DSA, por sus siglas en inglés), la veneran tanto como sus antiguos seguidores en los sesenta. ¿Quién es esta profesora de 86 años y por qué su obra tiene renovada importancia hoy?
Veterana de la guerra contra la pobreza, los movimientos laborales y la protestas por los derechos sociales de los 60 y 70, Piven es considerada una de las grandes arquitectas del sistema de bienestar estadounidense moderno. Tanto en la ciudad de Nueva York como en todo los Estados Unidos, su labor ha sido fundamental en la formulación de los fundamentos teóricos de esos movimientos, apoyando también la lucha en el terreno, organizado protestas y huelgas masivas.
Nacida en Alberta, Canadá, en 1932, Piven es hija de unos inmigrantes judíos de las afueras de Minsk que dejaron su país huyendo el antisemitismo soviético de Stalin. A los pocos años, se mudo con su familia a Queens, donde se crió rodeada de inmigrantes de clase media baja. Contrastando sus inclinaciones intelectuales a la de una “predisposición estadounidense, positivista, protestante,” ella dice: “Creo que me criaron con una visión mucho más escéptica de la vida social y una visión que decía si hay graves faltas de distribución de poder o de lo que sea, debe haber una explicación, y la explicación debe ser realmente sistémica “.
Se consideraba Canadiense y desde chica ya se metía día en problemas en la primaria por no recitar en las mañanas el Juramento de la Lealtad a la bandera (Pledge of Alliegence), una surte de rezo patriótico obligatorio para todos los estudiantes en escuelas publicas estadounidenses.
Recibió becas para ir a la universidad, se graduó con honores de la Universidad de Chicago, obteniendo su titulo de grado, maestría y doctorado en planificación urbana. Después de un breve paso como urbanista para la municipalidad de Nueva York, se convirtió en investigadora para una de las primeras agencias dedicadas a luchar contra la pobreza del país, Mobilization for Youth (MFY, Movilización para la Juventud).
Fue a esta organización a la que la “guerra contra la pobreza” de Lyndon B. Johnson tomo como modelo: dos años después de que Piven se sumara, en el medio de la popularidad del movimiento de derechos civiles de la época, el MFY se transformó de un programa de servicio social en un mecanismo de acción directa. Las organizaciones comunitarias de afroamericanos y puertorriqueños de bajos ingresos, unidas por los voluntarios del MFY, devinieron genuinos movimientos sociales que cambiaron para siempre la ciudad de Nueva York y dieron forma a la guerra nacional contra la pobreza.
Piven es reconocida tanto por sus contribuciones a la teoría social como por su activismo social. A lo largo de su carrera, ha estado en los consejos directivos de la Unión por Libertades Civiles (American Civil Liberties Union) y de los Socialistas Demócratas de América, y también ha ocupado cargos en varias asociaciones profesionales para el desarrollo social. Fue presidenta de la Asociación Americana de Ciencia Política, y de la Sociedad para el Estudio de Problemas Sociales.
Un artículo de 1965 titulado “Movilizando a los pobres: cómo se puede hacer”, lanzó a Piven y a su co-autor, Richard Cloward, a una conversación nacional sobre el estado del bienestar y los derechos laborales. Ellos argumentaban que mucha de la gente que calificaba para recibir beneficios sociales no los estaba recibiendo y que de registrarse y forzar que los gobiernos locales pagaran por estos beneficios, estos entrarían en bancarrota. Esto llamaría la atención del gobierno nacional, que entonces debería reconocer la crisis nacional de pobreza y hacer algo para resolverla.
Piven argumentaba que cualquier intento de aumentar la influencia de los pobres a través de la participación política general estaba condenado a fallar. Si bien los estudiosos pluralistas afirmaban que el sistema político era flexible a cualquiera que supiera cómo utilizarlo, Piven insistió en la importancia del cálculo político básico: a menos que un electorado pudiera quitar las llaves del poder de las élites políticas, serían ignorados. Desorganizados, empobrecidos y, a menudo, ausentes o frustrados en las urnas, los pobres no podrían representar una amenaza para la política de siempre.
Esta estrategia, conocida en sociología como Cloward-Piven, tuvo mucho éxito. Durante los años subsiguientes, la MFY coordinó más de cincuenta programas experimentales diseñados para reducir la pobreza y el crimen, al punto que los autores de la reforma más importante dl movimiento, el “Economic Opportunity Act” de 1964, la denominaron la chispa que inició todo.
El trabajo colaborativo de Piven y Cloward fue muy influyente y ambos consiguieron puestos en la escuela de trabajo social en la Universidad de Columbia. A los pocos años, se casaron y escribieron libros y artículos juntos hasta que Cloward falleció en el 2001.
Pero a medida que fueron pasando los años, Piven y sus ideas radicales pasaron de moda. En los años ochenta y noventa, hizo una campaña implacable contra los recortes de asistencia social. Pero por ese entonces, los movimientos sociales habían perdido fuerza, y lo que valía en esa época era la privatización, los negocios y el neoliberalismo. Reagan y Clinton eliminaron muchas de las protecciones propuestas e implementadas en los sesenta y setenta. Era la única voz que pedía que no destriparan a los sistemas de beneficios sociales. Y a diferencia de sus compañeros, ella no se sumó al Partido Demócrata de esas épocas. Criticó duramente a los Clinton durante todos estos años, acusándolos de no representar a la gente pobre que los votó porque no tenían otra opción. Ella siempre se mantuvo fiel sus principios.
Participó del movimiento Occupy Wall Street del 2011. Escribió editoriales para The Guardian sobre esta protesta, implorándole a los jóvenes – y a la izquierda en general – que no se dieran por vencidos. Pero mientras tanto era ridiculizada por figuras de la derecha como Glenn Beck, quien decía que sus teorías eran “fundamentalmente responsables de la insostenibilidad y posible colapso del sistema económico “. Argumentos similares a los utilizados por comentaristas para justificar las políticas de Trump, al afirmar que las leyes migratorias de Obama – principalmente el derecho de inmigrantes que reciben estatus de refugiados a recibir ayuda estatal – están basadas en la “locuras” propuestas por Piven y su marido. Otros dicen que la retorica promovida por ella condenó a la población afroamericana del país a volverse dependiente del sistema de bienestar. Incluso, la izquierda estadounidense, representada generalmente por el partido demócrata, la ha rechazado por radical y revolucionaria.
Sin embargo, la idea preponderante del trabajo de Piven sigue teniendo validez y poder de análisis hoy. Atrás de todo debate político, económico y social, existen una perspectiva que puede ser particularmente útil tanto para los activistas políticos como para los historiadores intelectuales. En pocas palabras: un académico o activista social nunca debe distraerse solamente con el debate oficial. Puede ser que luchas de poder que sustentan un debate se enfoquen en lo coyuntural y no en estructural. Para eso, hace falta siempre dar un paso atrás y preguntarse si hay algo mas complejo detrás de cada debate político o académico.
“Desde la década de 1970, todo ha empeorado”, aseguraba Piven en un seminario en un centro cultural en Manhattan la semana pasada. Hubo razones muy claras para esto. Argumenta que los pobres de hoy, no organizados, no tienen nada con qué negociar, y no pueden esperar obtener una redistribución de los recursos económicos mediante la negociación asimétrica. “La gente pobre”, dijo, fue “humillada y callada”. Los que están en el poder ahora están “locos”, afirmó. “Pero también son malvados. Y seguirán siendo malvados porque son codiciosos”. Solo una cosa los detendrá, dijo: “Tenemos que ser ruidosos, difíciles e ingobernables”.