Ayer a la tarde fueron despedidos los restos mortales del padre Héctor Pablo Batallán, quien trabajó pastoralmente en distintas comunidades de la Diócesis de Catamarca a lo largo de 40 años de sacerdocio.

La Misa exequial fue presidida por el Pbro. Eduardo López Márquez y concelebrada por numerosos sacerdotes del clero local, tanto de Capital como de algunas parroquias del Valle Central.
Participaron de la ceremonia litúrgica familiares, amigos y miembros de comunidades a las que pastoreó, especialmente de la parroquia de la Sagrada Familia, quienes se dieron cita en el templo parroquial ubicado en el barrio Villa Cubas, para darle el último adiós.
En su homilía, el Vicario General, Pbro. Julio Murúa, manifestó que “en este momento doloroso, de profunda tristeza, en que sentimos que hay algo que se termina, debemos dar lugar a la luz de la fe. Creer en la Palabra de Dios, que se convierte en palabra que consuela”.

También apuntó que la expresión de Jesús: “’Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí no muere’ es la promesa del Señor. Nos dice que la muerte no es el final, sino una pascua, un paso de esta vida a la vida plena. Y es la luz de la fe la que nos debe acompañar en el momento de dar ese paso”.
“Venimos a despedir al padre Pablo, un hermano sacerdote, testigo de Cristo resucitado”, manifestó, agregando que “necesitamos hombres consagrados a Dios, que acepten el llamado, testigos de la Palabra, como lo fue el padre Pablo”.
Finalmente, invitó a elevar “una oración confiada para que el padre Pablo esté con Dios, a quien sirvió desde el ministerio sacerdotal”.
Antes de finalizar la celebración eucarística, los presbíteros rodearon el féretro con los restos mortales del padre Batallán y rezaron por el eterno descanso de su alma.
Luego, fue llevado hasta el cementerio Virgen Morena camino a La Aguada, lugar donde recibió cristiana sepultura.
El Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, quien se encuentra en Salta participando de la reunión de Obispos del NOA, ofreció la Eucaristía por el eterno descanso del alma del padre Batallán, a quien agradeció por su intensa labor pastoral en la Diócesis de Catamarca.