Una sensación de impotencia invadió al periodista Carlos Eguía. Dos semanas atrás, en una de sus viajes habituales de Neuquén a la ciudad de Buenos Aires, le robaron su teléfono celular. Al poco tiempo comenzó a recibir mensajes provocadores, casi extorsivos, por parte del hombre que se lo había sustraído. Su bronca se intensificó cuando descubrió de quién se trataba, la vida fastuosa que llevaba y la ostentación de la delincuencia que exhibía a través de sus redes sociales.

El hurto se produjo el último viernes, cuando salió junto a su esposa de un negocio ubicado en el cruce de Lavalle y Pasteur, en la zona del barrio porteño de Balvanera. Alguien que se encontraba en la puerta -suponen- retiró el celular de la mochila de la esposa del periodista. Pero ni ella ni él lo advirtieron. “Cuando llegamos a casa nos dimos cuenta de que nos faltaba  el Iphone, entonces mis hijos y yo intentamos buscarlo desde nuestros celulares con una aplicación que hay para encontrarlo”, contó Eguía a Infobae. El teléfono robado es uno que usan el periodista de FM Uno y su mujer para trabajar -ambos son, además, socios- y que, dice, contiene claves bancarias y contactos indispensables para el ámbito laboral.

Las primeras novedades llegaron por WhatsApp. A través de esa plataforma Eguía comenzó a recibir mensajes desde un número desconocido. Diego Melo, se identificaba el remitente en su perfil. Su foto lo mostraba tendido sobre una reposera, al sol, con lentes, con una sonrisa relajada.

Primero una tímida letra jota, luego una hache. Casi una semana después, con un “Hola” inició el intercambio Melo. “No te tengo entre mis contactos, ¿qué necesitás?”, le preguntó el periodista. “Disculpame, anoté mal el #”, respondió el extraño. Cuando Eguía le hizo entender a su interlocutor que sospechaba que estaba detrás del robo, el desconocido se desligó. “Yo soy piloto de avión, no entiendo lo que me dices”. Y hasta detalló: “Tengo licencia PCA para volar aviones bimotores”.

El pálpito de la víctima tomó fuerza cuando, mientras conversaba, recibió dos mensajes de texto. “Apple Inc. Su iPhone X Silver de 256 GB perdido ha sido ubicado”, decía el primero. El teléfono se encontraba sobre la calle Montesquieu al 1400. Es detrás de la cancha de Huracán, en Parque Patricios. “Ni loco voy hasta ahí, nos van a matar, ya está, lo perdimos”, pensó el periodista en ese momento. El segundo mensaje completaba: “Un Iphone X está tratando de acceder a iCloud con su Apple ID, autorice o bloquee esta acción”.

Se le estaba requiriendo la clave, claro, para poder ingresar al dispositivo, cuya línea él ya había dado de baja. Pero la invitación era apócrifa: una trampa caza bobos. “Llamé a Movistar y me dijeron que no lo hiciera porque no era oficial, lo que querían era robarme datos“, contó Eguía.

El intercambio con el desconocido se prolongó durante algunos mensajes más hasta que el hombre, quizás al entender que no lograría su cometido, bloqueó a Eguía y el diálogo se extinguió. Pero el periodista no se quedó conforme. Quería saber quién estaba del otro lado y con una simple búsqueda a través de Internet parece haberlo logrado. Así determinó que quien tenía en sus manos su teléfono era un joven de nacionalidad colombiana. Y pudo dar con su Instagram. Encontró playas, fiestas, cenas, champagne en las alturas. Lujos que Melo se había dado en las últimas semanas en Bogotá y en otras ciudades de su país, como Medellín y Cartagena. También, claro, estuvo en la Argentina: hay historias que lo muestran en la ciudad de Buenos Aires, en Villa Gesell y en Pinamar.

Pero hay un posteo que llama la atención y que confirma, por si quedaban dudas, a qué se dedicaría el joven colombiano. La foto es contundente. Con el torso descubierto, el hombre manipula lo que parece ser un teléfono desarmado.  “Activado”, se lee en letras de neón sobre la imagen. A su lado, varias pilas de celulares que seguramente esperan ser desbloqueados.

Eguía dice que no hará la denuncia ante la Policía, que solo dio de baja la línea y que lo único que quiere es que el caso se conozca para que otras no caigan en la trampa que a él le quisieron tender. Con voz cansina, reflexiona: “El nivel de impunidad es increíble, sería bueno que las autoridades tomen nota…”.