Lo que el camión tira, el hambre recoge

La pobreza en Catamarca ya no se esconde. Crece, se multiplica y se hace sentir con fuerza en cada barrio de la Capital y en cada rincón del interior. Pero si hay un lugar donde la desigualdad se muestra sin filtro, es en la Planta de Tratamiento de Residuos Urbanos. Ahí, entre camiones y bolsas, se ve la postal más cruda de la necesidad: chicos y jóvenes corriendo detrás de la basura como si fuera una piñata recién reventada.

Cuando el volcador de los camiones se activa, no hay orden ni espera. Todos corren, sin mirar atrás, con la esperanza de pescar algo. Lo que sea. Una bolsa con ropa, un electrodoméstico medio muerto, un paquete de comida vencido pero todavía entero, o cualquier cosa que pueda usarse, revenderse o, con suerte, comerse.

No hay tiempo para pensar. Hay que agarrar lo que se pueda. En medio de la montaña de residuos, cada uno busca sobrevivir, como puede, como lo dejaron. La miseria no da respiro y convierte la basura en el único sustento. Sí, suena duro, pero es lo que hay.

Y mientras tanto, arriba, donde se toman decisiones y se reparten recursos, pocos miran hacia abajo. Porque allá, entre cartones y desperdicios, hay chicos que cambiaron la infancia por la necesidad. Y la única piñata que conocen… es la de la basura.