Un estudio sostiene que la protección extra no consiste tanto en añadir capas de tela, sino en un ajuste correcto del tapabocas.
Dos barbijos bien ajustados pueden casi duplicar la protección contra el coronavirus, afirma un estudio. La investigación, publicada en la revista JAMA Internal Medicine, indica que el uso de dos máscaras faciales bien ajustadas puede casi duplicar la efectividad de filtrar partículas del tamaño del SARS-CoV-2, evitando que lleguen a la nariz y la boca del usuario. Además, señala que la protección no radica tanto en la adición de capas de tela, sino en la correcta colocación del tapabocas.
“Las mascarillas para procedimientos médicos están diseñadas para tener un potencial de filtración muy bueno según su material, pero la forma en que se ajustan a nuestras caras no es perfecta”, sostuvo Emily Sickbert-Bennett, profesora asociada de enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte y autora principal de la investigación, en un comunicado.
En la misma línea, los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) actualizaron en febrero de este año sus recomendaciones sanitarias referidas al uso de barbijos e indicaron que el uso de mascarillas quirúrgicas ajustadas, o poner una de tela por sobre una quirúrgica, aumenta de manera significativa la protección contra el virus, tanto para quien las usa como a terceros.

Si bien se sabe que las máscaras reducen las gotas respiratorias y los aerosoles exhalados por los usuarios infectados y protegen al usuario no infectado, su eficacia varía ampliamente debido a las fugas de aire alrededor de los bordes de la máscara. “El buen funcionamiento de una mascarilla depende de dos cosas: la filtración y el ajuste”, explicó Linsey Marr, profesora de Ingeniería civil y ambiental en Virginia Tech, que estudia la transmisión de enfermedades por el aire pero no participó del estudio.
Para probar la eficiencia de filtración ajustada (FFE por sus siglas en inglés) de una gama de máscaras, los investigadores de la UNC trabajaron con el investigador científico James Samet, y sus colegas en el Centro de Estudios Humanos de la USEPA en el campus de UNC-Chapel Hill. Allí, llenaron una cámara de exposición de acero inoxidable de tres metros por tres metros con pequeños aerosoles de partículas de sal, e hicieron que los investigadores se pusieran combinaciones de máscaras para probar qué tan efectivos eran para mantener las partículas fuera de su espacio para respirar.
Cada máscara individual o combinación de máscaras en capas se equipó con un puerto de muestra de metal, que se conectó a un tubo en la cámara de exposición que midió la concentración de partículas que ingresaban al espacio respiratorio debajo de la máscara del investigador. Un segundo tubo midió la concentración ambiental de partículas en la cámara. Al medir la concentración de partículas en el espacio para respirar debajo de la máscara en comparación con la de la cámara, los investigadores determinaron el FFE.
