Mucho se habla del impacto del virus SARS-CoV-2 luego de la fase aguda, pero cuáles son las consecuencias a nivel cardíaco. Expertos del grupo científico Estudios Clínicos Latino América (ECLA) compartieron su amplia visión sobre el tema.

Se sabe que algunas personas que padecen COVID-19 permanecen con secuelas de la enfermedad algunos meses después del alta epidemiológica. Es lo que los especialistas dieron en llamar COVID prolongado, long COVID o síndrome post COVID.

Y como casi todo desde el inicio de la pandemia, son el tiempo y las investigaciones los que pueden dar respuestas a los interrogantes que plantea la enfermedad causada por el SARS-CoV-2.

Mucho se habla del impacto del coronavirus luego de la fase aguda, pero poco se abordan las consecuencias a nivel cardíaco. Según un reciente estudio publicado en la Red JAMA se encontró que habían pasado 79 días desde el diagnóstico de coronavirus hasta que un grupo de personas recuperaron su frecuencia cardíaca normal en reposo.

Según vieron los investigadores, “una de cada seis personas que sufrieron COVID-19 enfrentará latidos cardíacos irregulares y niveles reducidos de energía durante al menos cuatro meses después de experimentar sus síntomas iniciales”.

Entonces. ¿Cuáles son las secuelas en el corazón de pacientes post COVID-19? En el marco de una serie de notas con expertos latinoamericanos en salud que se estrena con este artículo, Infobae convocó a los cardiólogos Fernando Botto y Andrés Orlandini, reconocidos especialistas del grupo científico regional e internacional Estudios Clínicos Latino América (ECLA) que compartieron su visión.

Consultado por Infobae, Fernando Botto, cardiólogo con larga experiencia en cuidados críticos cardiovasculares, miembro del Departamento de Investigaciones Clínicas de Estudios Clínicos Latino América (ECLA), explicó: “Se habla un montón del corazón en el post COVID, pero primero hay que advertir que las secuelas cardíacas no están bien medidas, en ningún lado. En estos días se publicó en la revista Nature una revisión muy grande de pacientes post COVID en donde se observó una gran heterogeneidad en lo que se había reportado, con más de 50 efectos a largo plazo de COVID-19 reportados . En los estudios publicados en revistas científicas importantes puntuales, es muy poco el post COVID-19 cardíaco reportado”.

“Una cosa es el coronavirus en pacientes agudos, en donde la gran mayoría de los pacientes que terminan internados desarrollan neumonía, un problema respiratorio. Ahora bien, el internado que es un paciente grave tiene lo que se llama injuria miocárdica, un impacto en el músculo cardíaco por la gravedad del cuadro respiratorio, pero es muy variable ya que va desde 10 a 40% en las series que hay publicadas. Lo que ocurre es que es un daño que un grupo de esos pacientes, les va mal y son los que se mueren, en el contexto del combo de neumonía, corazón y cuadro inflamatorio agudo, y luego se ve un número muy grande de personas que van revirtiendo este daño miocárdico”, advirtió.

Según el reconocido cardiólogo, los que quedan con daño miocárdico crónico, no se sabe cuántos son. Un estudio alemán con resonancia magnética que hizo mucho ruido alertaba que el número era muy grande. Señalaba que el 70% quedaba con algún grado de compromiso del miocardio, miocarditis. Pero esta investigación fue refutada por la comunidad científica ya que era muy seleccionado el grupo de participantes, es decir que la mitad de ellos tenían un cuadro severo. Entonces esto motivó respuestas de otros grupos, científicos americanos que reportaron estudios en deportistas jóvenes, de una universidad, y luego de analizar muchos pacientes que habían tenido COVID-19 leve y moderado. “Observaron que menos del 1% de la muestra tenía daño miocárdico mediante una resonancia magnética. Un estudio reportó 70% y otro 1%, y esto nos marca que hay una gran heterogeneidad en los resultados”, resaltó.

Los especialistas coinciden en que, según estos últimos estudios que siguen el Síndrome Post COVID-19, que analizan a pacientes que persisten con síntomas en el tiempo, son muy pocos los que quedan con daño cardíaco. Pero no obstante ello, posterior al alta, a esas primeras dos semanas de la fase aguda de la enfermedad, se observa poco daño cardíaco concreto. Eso implica que la gente tiene que hacer una evaluación médica post coronavirus, de todas formas.

Entre el 40 y el 80% de los casos post COVID-19 quedan con síntomas. Son pacientes que quedan con distintos tipos de malestares, entre ellos decaimiento, fatiga, dolor de cabeza, quedan con trastornos del gusto, del olfato, con depresión, ansiedad, problemas para dormir. Si uno quisiera mirar solamente síntomas cardíacos en este post COVID, son pocos. El número exacto, por experiencias en ECLA e ICBA: la falta de aire le queda al 10, 15%; en donde no puede aseverar que sea cardíaca, ya que es más frecuente en aquellos pacientes que tuvieron complicaciones respiratorias”, puntualizó Botto.

La miocarditis, inflamación que se localiza en el músculo cardíaco, puede tener implicancias serias en términos de arritmias o de insuficiencias cardíacas. Las investigaciones que han mostrado esto, indicaron que puede suceder en el 1% de los casos. Según ejemplificó a Infobae el cardiólogo de ECLA, un número de pacientes grandes del ICBA, la miocarditis se observó en un poco menos del 1%, en pacientes cardiovasculares. Se sabrá recién el número exacto de miocarditis post COVID-19 en unos años, dos o tres años cuando se analicen las investigaciones grandes, pero hay mucha heterogeneidad en los reportes, se utilizaron distintas definiciones, diferentes protocolos médicos de evaluación y edades en las poblaciones.

“Otro padecer que se ve post COVID-19, pero en muy bajo porcentaje de incidencia, es la pericarditis: el pericardio es la membrana que envuelve al corazón, que también puede inflamarse y desencadena esta afección. En algunas experiencias también es poco frecuente lo que se ha reportado, con menos del 1% de los casos”, apuntó. y señaló: “En estos casos y aunque parezca un número menor, merece o motiva una consulta médica post COVID-19”, recomendó y agregó: “Hay que tranquilizar a la población, pero simultáneamente es muy importante en ese 1% y vale la pena acudir a una evaluación médica, a partir de las dos semanas del alta”.

¿Qué incluye una evaluación coherente? Según Botto Incluye -médico clínico de por medio- un buen análisis de sangre, un electrocardiograma, una radiografía de tórax, y una ecografía de corazón. Es importante diferenciar que hay dos tipos de COVID leves: el paciente que no tuvo síntomas prácticamente y el que tuvo 39 grados, 3 o 4 días de mucho dolor de garganta, falta de olfato, muy sintomático, en donde se ha visto (en este último grupo) que aquí se manifiesta ese 1% de miocarditis y/o periocarditis.

En diálogo con Infobae, el cardiólogo Andrés Orlandini, director de ECLA junto al cardiólogo Rafael Díaz, manifestó: “Aunque el coronavirus afecta principalmente al sistema respiratorio , conocemos que también puede producir afecciones en el sistema cardiovascular”.

“Muchos de los síntomas que se presentan en esta enfermedad están ligados al daño que produce el virus en el endotelio que es una lámina fina que recubre los vasos (arterias y venas por dentro) y que esto puede producir trombos que disminuyen el aporte de sangre a los tejidos lo que produce complicaciones en varios órganos”, añadió.

En relación al sistema cardiovascular, sabemos que los pacientes con afecciones previas sufren más complicaciones con el COVID por lo que tienen peor pronóstico. En este punto y según Orlandini, el primer problema que se presenta en estos pacientes es, que por el miedo al contagio, los pacientes con afecciones cardiovasculares pre-existentes dejaron de acudir regularmente a sus controles, y por lo tanto muchos sufrieron descompensaciones. “Más aún cuando tenían un ataque cardíaco, se demoraban en asistir a los centros de atención y por lo tanto llegaban en peores condiciones, por lo que se observó en todo el mundo, un aumento de las complicaciones y en la mortalidad de los pacientes que se internaban por causas cardiacas”, precisó.

Pero dejando este compromiso indirecto, alertó: “el virus puede comprometer en forma directa al corazón y a los vasos. Esto lo lleva a cabo de dos maneras, una ingresando en las células dañándolas, y otra debido a la respuesta inmunológica que produce el virus en el organismo (tormenta inflamatoria). Estos mecanismos, que en principio se producen como defensa, al ser exagerados, termina atacando y dañando a las células”.

De acuerdo a lo manifestado por el director de ECLA a Infobae, las diferentes maneras de afección cardiovascular que se producirían por estas 2 vías de lesión son las siguientes:

-Alteraciones de ritmo cardiaco: durante la etapa febril de la infección es lógico tener aumento de la frecuencia cardiaca, pero en algunos pacientes la frecuencia cardiaca permanece elevada por un tiempo prolongado, incluso meses observándose palpitaciones con pulso regular o irregular. Esto se podría deber a un tocamiento del Sistema Nervioso Autónomo (que es el que regula la FC) por la respuesta inmune al virus.

-Lesiones cardiacas isquémicas: el corazón necesita para realizar su trabajo combustible, este es el oxígeno que llega a través de la sangre al músculo cardiaco. Durante la infección, la cantidad de oxígeno en la sangre suele estar disminuida por la afección pulmonar. Además como dijimos previamente, los pequeños trombos que se producen en los vasos, producen que estos se tapen, y por lo tanto no llega sangre a los tejidos del corazón. Peor aún, el corazón por la fiebre aumenta la necesidad de combustible ya que se produce taquicardia (como un auto que acelera). Todo esto es un cóctel fatal, disminución del aporte de combustible (léase oxígeno) y aumento de la necesidad del mismo. Esto puede llevar a producir que las células cardíacas tienen un importante sufrimiento (isquemia) o que incluso puedan morir, lo que produce un infarto agudo de miocardio.

-Miocarditis y pericarditis: en un número pequeños de casos el virus puede causar inflamación directa del corazón o del pericardio (membrana que envuelve el corazón). Muchos pacientes pueden no notar esta afección, pero a veces se presenta con dolor de tórax, taquicardia y falta de aire. Con un ecocardiograma se puede observar que el corazón está agrandado e incluso con la función deprimida. Estas afecciones suelen revertirse y el corazón se puede recuperar . En otros casos el daño puede ser permanente.

-En algunos casos el corazón toma la forma de un vasija que asemeja un reloj de arena, con problemas en la motilidad de la punta del corazón. Este síndrome se reconoce con el nombre de Takotsubo (vasija con la que se capturan pulpos) y se presenta con relativa frecuencia en los pacientes que se internan por COVID-19. Muchas veces los síntomas y los cambios en el electrocardiograma semejan un infarto de miocardio y se debe realizar diagnóstico diferencial con el mismo. Este síndrome se produce ante situaciones extremas de estrés (lo cual se observa en la mayoría de las personas que se internan por COVID) y también podría relacionarse con afección del sistema de inervación intrínseco del corazón. En ocasiones estos cambios, como en la miocarditis, pueden revertirse totalmente.

-Por último todos los vasos del organismo pueden ser afectados en el endotelio y producir trombos. Estos últimos pueden producir trombosis venosa profunda, ataques cardíacos o cerebrales.

“Como queda expuesto, por muchas vías, se puede ver afectado el sistema cardiovascular, sobre todo en los casos más severos de la enfermedad, aunque estas alteraciones también se observan en casos leves, por lo cual es muy importante un control cardiológico en todos los pacientes que han padecido esta enfermedad”, concluyó el prestigioso cardiólogo Andrés Orlandini.

Fuente / Infobae