TOKIO — Como parte de una histórica sucesión del trono imperial de Japón, este miércoles el emperador entrante recibirá una espada, una joya y los sellos oficiales en una ceremonia sagrada que tiene miles de años de antigüedad.

Naruhito, de 59 años, ascenderá al Trono del Crisantemo el miércoles, un día después de que su padre, el emperador Akihito, de 85, se convierta en el primer emperador japonés en abdicar en más de doscientos años.

La ceremonia de ascensión, en un salón de Estado en el palacio imperial, será histórica de otro modo: por primera vez en la era moderna asistirá una mujer. Satsuki Katayama, la única mujer en el gabinete del primer ministro Shinzo Abe, acudirá para atestiguar este primer paso en la entronización de Naruhito.

Pero la nueva emperatriz, Masako, quien ha estado casada con Naruhito durante veintiséis años, no podrá asistir, una nueva muestra de la posición de desventaja de las mujeres en la familia imperial.

La ley de la casa imperial rige la línea de sucesión, así como casi todos los asuntos de protocolo relacionados con la monarquía japonesa, y establece que las mujeres de la familia real no pueden estar presentes en el salón cuando el nuevo emperador recibe la vestimenta sagrada que simboliza la sucesión legítima a la monarquía más antigua del mundo.

Pero las prohibiciones van mucho más allá. A las mujeres no se les permite ocupar el trono. De hecho, las mujeres nacidas en la familia real deben abandonarla oficialmente cuando se casan y ninguno de sus hijos tiene derecho a la línea de sucesión al trono.

Esas reglas han dejado a la familia imperial con un muy pequeño número de herederos. Después de que Naruhito ocupe el trono, la línea de sucesión incluirá a su tío, el príncipe Hitachi, de 83 años; al hermano menor de Naruhito, el príncipe Akishino, de 53, y al hijo de Akishino, el príncipe Hisahito, de 12 años. La única descendiente de Naruhito y Masako, la princesa Aiko, de 17 años, no será candidata a ocupar el trono.

Cuando el parlamento de Japón aprobó una ley en 2017 para permitirle a Akihito que abdicara, agregó una apartado que animaba al gobierno a analizar posibles reformas que permitieran que las mujeres de la familia real permaneciesen como miembros de la casa imperial después de casarse y concederles así el derecho a encabezar líneas legítimas de sucesión.

Debido a las presiones de los conservadores, la adición no mencionaba permitir que las mujeres ocupen el trono.

El gobierno de Abe, que ha impulsado una plataforma para el empoderamiento femenino en la sociedad y la economía japonesa —y no ha tenido éxito—, prometió que se discutiría abiertamente sobre las mujeres en la familia imperial poco después de que Naruhito ascienda al trono esta semana.

“No creo que esta sea su preferencia”, dijo Kenneth J. Ruoff, un historiador y especialista en el Japón imperial en la Universidad Estatal de Portland. “Pero no tienen alternativa. Están al borde de la extinción de la sucesión imperial”.

Los conservadores suelen subrayar la importancia de la tradición para intentar justificar la línea de sucesión puramente masculina.

“Si una mujer o uno de sus hijos accede al trono sería un gran cambio”, dijo Hidetsugu Yagi, profesor de Derecho y Filosofía en la Universidad Reitaku en Kashiwa, Japón. “La familia imperial perdería su legitimidad”.

Pero los historiadores indican que las tradiciones imperiales han cambiado con el tiempo.

“La idea de que la sucesión está restringida a los hombres es una invención moderna”, dijo Kathryn Tanaka, profesora asociada de Estudios Históricos y Culturales en la Universidad de Otemae en Nishinomiya, Japón.

La condición japonesa de que el trono debe heredarse a través de una línea masculina solo data de la era Meiji en el siglo XIX. Los mitos japoneses rastrean el linaje del emperador hasta hace 2700 años, y en el registro de las 125 generaciones de monarcas, ocho mujeres pudieron gobernar como emperatrices cuando en ese momento no había hombres adultos elegibles al trono.

La opinión pública también apoya con vehemencia permitir que las mujeres accedan al trono. En una encuesta realizada por The Asahi Shimbun, el segundo diario más grande de Japón, más de tres cuartas partes de los encuestados dijeron que apoyarían a una emperatriz.

La familia real japonesa está fuera de sintonía con las monarquías en otros lugares del mundo. En el Reino Unido, la reina Elizabeth II ha ocupado el trono durante más de seis décadas y tanto en los Países Bajos como en Bélgica, Suecia, Noruega y España las sucesoras al trono son todas mujeres jóvenes.

La emperatriz entrante alguna vez fue símbolo de las posibilidades del cambio en la monarquía. Antes de casarse con Naruhito, Masako era una diplomática con una carrera en ascenso en el Ministerio de Exteriores de Japón, y algunos esperaban que pudiera ayudar a modernizar el papel de las mujeres en la familia imperial.

Pero cuando se convirtió en princesa renunció a su carrera y sufrió una intensa presión para dar a luz a un heredero varón. En los últimos años ha estado sobre todo fuera del escrutinio público.

Kumiko Nemoto, profesora de Sociología en la facultad de Estudios Extranjeros de la Universidad de Kyoto, dijo que Masako, al renunciar a la vida profesional cuando se casó, “hizo un sacrificio que muchas mujeres de su generación hicieron”.