La distancia entre costa y costa es de poco más de 30 kilómetros en la parte más angosta del estrecho de Ormuz. Las vías de navegación para las decenas de buques que lo transitan diariamente son todavía más apretadas: apenas tres kilómetros de ancho en cada sentido.

Al ser la única puerta de salida del Golfo Pérsico, es la principal ruta de Arabia Saudita, Irán, Irak, Qatar, Kuwait y Baréin para sus exportaciones. Aproximadamente un tercio del flujo mundial de petróleo comerciado por vía marítima pasa por ahí. Es casi un quinto de todo lo que se consume en el planeta.

El estrecho de Ormuz tiene todos los componentes de lo que se conoce como un punto de estrangulamiento. Un accidente geográfico clave, que por sus características físicas deja en una posición de extrema vulnerabilidad a quienes deben atravesarlo. Irán es militarmente mucho más débil que Estados Unidos, pero con poco podría bloquear el paso —al menos por un tiempo—. El impacto económico se sentiría en todo el mundo.

Por allí pasan más de 19 millones de barriles de petróleo al día. Los países exportadores del Golfo dependen de él. China también depende de él para más de la mitad de sus importaciones petroleras. Por eso, la economía mundial depende de él. Una interrupción podría no ser tan desastrosa como algunos pronostican, pero sería lo suficientemente fuerte como para usarla como casus belli (motivo de guerra)”, explicó John Bowlus, investigador del Centro de Energía y Desarrollo Sostenible de la Universidad Kadir Has de Estambul, consultado por Infobae.

Cerrarlo sería una decisión extrema, con graves consecuencias económicas para el propio Irán, y efectos políticos y militares imprevisibles. Pero ninguna opción se puede descartar de plano en un contexto de creciente tensión con Washington desde que Donald Trump llegó a la presidencia.

Las nuevas sanciones que le impuso y la cancelación de los permisos especiales a China y a otros siete países para comprarle petróleo están acorralando a la República Islámica, que cree necesario hacer alguna demostración de fuerza. La Casa Blanca cita reportes de inteligencia que prevén un posible ataque de alguna fuerza aliada y ya desplegó a uno de sus portaaviones en la región a modo de advertencia. Al mismo tiempo, en medio de denuncias y amenazas cruzadas, aparecieron buques petroleros y oleoductos saboteados en las inmediaciones del estrecho.

“Si Trump logra detener sus exportaciones de petróleo, Irán tendrá pocas razones para no volverse contra sus vecinos. Quienquiera que esté detrás de los ataques al comercio de crudo en la región está enviando el mensaje de que los cargamentos de todos los países del Golfo Pérsico, no sólo de Irán, están en riesgo por el bloqueo de Trump. Las acciones del presidente estadounidense, y las de los saboteadores, han aumentado el riesgo de guerra en el Golfo Pérsico”, dijo a Infobae Jim Krane, investigador de estudios energéticos en el Instituto Baker de la Universidad Rice.

Trump cerró oficialmente hace un año la era de relativa distensión entre Irán y Estados Unidos, con la decisión de salir del Plan de Acción Conjunto y Completo que habían sellado en 2015 los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania con el régimen islámico. El objetivo era que Teherán baje ostensiblemente las pretensiones de su programa nuclear a cambio de una reducción de las sanciones que ahogaban a su economía.

El mandatario argumentó que Irán no estaba cumpliendo con lo pactado, a pesar de que las otras potencias firmantes consideraban que sí. Lo cierto es que, si bien Europa intenta mantener el acuerdo en pie, con el castigo fijado por Washington se volvió casi insostenible.

“Los problemas en el estrecho de Ormuz son parte de la escalada de tensiones entre Estados Unidos e Irán, que comenzó cuando la administración Trump se retiró del acuerdo nuclear de 2015. Desde entonces, Washington ha estado tratando de aislarlo económicamente. Su enfoque ha sido polarizar la política de la región, para asegurar que otros países de Oriente Medio y de todo el mundo pongan fin a sus relaciones económicas y militares con Irán”, contó a Infobae Glen Rangwala, profesor del Departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge.

Trump dio dos pasos decisivos en abril. Primero, declaró “organización terrorista” a la Guardia Revolucionaria iraní, que responde directamente al ayatollah Ali Khamenei, líder supremo del país. Nunca una entidad estatal había sido incluida en la lista negra. El segundo fue el anuncio de que desde el 2 de mayo castigaría a cualquier país que compre petróleo iraní, algo que venía aceptando a través de permisos especiales concedidos a China y a otros siete estados.

Mohamad Hosein Baqeri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, fue el primero en sugerir que podrían llegar a cerrar el estrecho de Ormuz en respuesta. “Si nuestro crudo no pasa, tampoco pasará el de los demás”, afirmó el 28 de abril.

La Casa Blanca respondió de inmediato a través de John Bolton, asesor de Seguridad Nacional y principal impulsor del giro en la política hacia la República Islámica. Citando informes que indicaban que Irán o aliados internacionales estaban planeando ataques contra blancos estadounidenses, anunció el despliegue del USS Abraham Lincoln, un portaaviones nuclear de la clase Nimitz. Esta semana llegó a la costa de Omán, a escasos kilómetros de Ormuz, y se sumó al buque de asalto anfibio USS Kearsarge, que ya había sido movilizado.

Así quedó el buque noruego tras el sabotaje en el puerto de Fujairah

“Los recientes movimientos militares de Estados Unidos crearon el fantasma de que este verano podría producirse un choque limitado con Irán, a partir de la percepción del cierre del estrecho —dijo Bowlus—. Puesto que los iraníes no tienen ningún interés en cerrarlo, porque sería un suicidio económico, habría que fabricarlo de alguna manera, para venderle una guerra al pueblo estadounidense y a la comunidad internacional”.

Emiratos Árabes denunció el domingo pasado que cuatro barcos petroleros fueron saboteados en el puerto de Fujairah, justo en las afueras de Ormuz. Dos eran sauditas, uno emiratí y otro noruego. Los cuatro sufrieron detonaciones que les abrieron agujeros en su línea de flotación, aunque no reportaron tripulantes heridos.

“Estados Unidos ha advertido a sus aliados que tenía información de que Irán estaba planeando algún tipo de ataque contra objetivos occidentales en Oriente Medio. Oficialmente, Washington fue vago en relación a la naturaleza de la amenaza, pero aparentemente le dijo al gobierno iraquí que milicias apoyadas por Teherán estaban posicionando sus fuerzas para atacar posiblemente a blancos estadounidenses en Irak. Sin embargo, la idea parece inverosímil. Un golpe tan descarado acercaría a Bagdad y al resto de la comunidad internacional a los Estados Unidos y casi los obligaría a emprender algún tipo de acción militar contra Irán, por más que la administración Trump no quisiera”, dijo a Infobae James Devine, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Mount Allison, en Sackville, Canadá.

Un equipo militar enviado por Estados Unidos a Fujairah para develar lo ocurrido con los buques hizo trascender —aunque sin confirmarlo públicamente— que su principal sospecha es que comandos iraníes o de grupos amigos realizaron los sabotajes con explosivos. Irán pidió una investigación completa sobre lo sucedido y negó estar planeando ataques.

“Aunque ninguna de las partes quiere la guerra, esta es una situación peligrosa —continuó Devine—. Es probable que Estados Unidos siga aumentando la presión e Irán no puede ceder. Trump cree estar en una posición ganadora. La Unión Europea ha resistido la presión estadounidense para aislar a Teherán, pero el ahogo económico parece estar afectándolo más de lo que muchos esperaban. Lo que empeora las cosas es que si responde mediante amenazas o atentados terroristas, los europeos y otros países se verán obligados a ponerse en su contra. Pero, desde su perspectiva, no puede hacer la concesiones que exige Washington sin arriesgarse a un cambio de régimen. De hecho, cree que esa la intención”.

Los temores aumentaron aún más en los últimos días con el retiro del personal no imprescindible de la embajada estadounidense en Bagdad, Irak, ordenado este miércoles por el Departamento de Estado. A eso se sumó un atentado con drones contra dos estaciones de bombeo cerca de Riad. Arabia Saudita, el gran rival iraní en el Golfo Pérsico, acusó a Teherán: “El ataque de los milicianos hutíes (yemeníes) prueba que son un simple instrumento que el régimen de Irán utiliza para aplicar su agenda expansionista en la región”, afirmó Jaled bin Salman, viceministro de Defensa.

Los saudíes tampoco son inocentes en este proceso, ya que su Ejército y los de sus aliados han destruido gran parte de Yemen al oponerse al Movimiento Hutí. Estados Unidos se ha involucrado más, enviando una flota y bombarderos a la región como señal diplomática para advertir a Teherán. Sin embargo, muchos observadores regionales advierten que Washington no debería reaccionar exageradamente, ya que no está preparado para otro enfrentamiento en el Golfo Pérsico. Es importante destacar que Irán es mucho más grande y poderoso que Irak o que Afganistán“, sostuvo Houman Sadri, especialista en Golfo Pérsico y vicedirector del IPAC (Centro de Información y Análisis de Políticas), en diálogo con Infobae.

Riesgos de una nueva disputa en un punto estratégico

“El estrecho de Ormuz ha sido a menudo escenario de rivalidad —dijo Sadri—. En el siglo XIX, los británicos impidieron con éxito que el Imperio Zarista alcanzara las cálidas aguas del Golfo Pérsico para amenazar su preciosa colonia en India. En la posguerra, los Estados Unidos intentaron mantener a los soviéticos alejados, y fortalecieron a su principal aliado, el Shah de Persia, para que vigilara la región con su enorme maquinaria militar, equipada por ellos mismos. Tras la revolución islámica de 1979, Teherán se distanció de Washington y su mensaje fue visto como una amenaza para los reinos árabes conservadores, especialmente para Arabia Saudita. En los ochenta, el control del estrecho fue un tema en la rivalidad y en la guerra entre Irán e Irak”.

No es fácil encontrar en el mundo otro accidente geográfico con una trascendencia económica y política comparable a la del estrecho de Ormuz. Un promedio de 14 buques petroleros por día salen por ahí desde el Golfo Pérsico rumbo a distintos mercados, principalmente asiáticos, según datos de la Administración de Información de Energía de Estados Unidos.

A estas embarcaciones se suman las militares, de distintos países, que también surcan esas aguas para preservar los intereses estratégicos de sus respectivas naciones, muchas de ellas enfrentadas entre sí. Teherán rechaza el despliegue naval estadounidense en la zona —en Bahréin se encuentra la base de su Quinta Flota—, pero éste cuenta con el apoyo de Arabia Saudita, aliado fundamental de Washington en la región.

Es evidente que Irán no podría hacer frente a un embate de Estados Unidos, pero las características del estrecho de Ormuz le permitirían reducir un poco el desnivel. Su principal arma son las minas marinas. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales tiene más de 6.000, con las que podría sembrar el canal y hacerlo intransitable.

Hay un antecedente interesante. El 18 de abril de 1988 se produjo un enfrentamiento militar entre fuerzas iraníes y estadounidenses en Ormuz, luego de que el USS Samuel B. Roberts impactara con una mina y resultada dañado. En respuesta, la Casa Blanca lanzó la Operación Mantis Religiosa, en la que hundió a varias embarcaciones de la armada persa.

Esos fueron los años más calientes en la historia de la región. Pero ni siquiera en ese momento llegó a cerrarse completamente el estrecho. Si bien tanto Irán como Irak intentaron bloquearse mutuamente las exportaciones de petróleo durante la guerra (1980 — 1988), el paso se mantuvo abierto.

La Guerra del Golfo, liderada por Estados Unidos contra Irak entre 1990 y 1991 por la decisión de Saddam Hussein de invadir Kuwait, marcó otro pico de estrés. En gran medida para preservar sus intereses estratégicos en esas aguas, Washington reactivó en 1995 la Quinta Flota, que había permanecido dormida desde 1947. Su ámbito de acción es el Golfo Pérsico, el Mar Rojo, el Mar Arábigo y la costa este de África.

“La estabilidad en esta estrecha vía navegable tiene efectos en el suministro y en los precios del petróleo, y la situación actual se está convirtiendo en la crisis más grave desde la guerra entre Irán e Irak —dijo Rangwala—. Estados Unidos ha asumido el papel de guardián de la región, para garantizar el libre flujo de las exportaciones de petróleo. Si es cierto que Washington ya no busca la estabilidad, sino que pretende cambiar el orden regional a través de la confrontación con Irán, entonces inevitablemente otros países se verán involucrados. La pregunta más importante es si habrá mayor participación internacional ahora, y si logrará que la administración Trump adopte un enfoque menos combativo, o si esperarán al comienzo de una escalada militar, cuando puede que sea demasiado tarde”.

Una clave para entender por qué Estados Unidos puede estar ahora dispuesto a correr más riesgos en el Golfo es que ya no depende tanto como antes de las compras de petróleo. Gracias al boom de la producción shale, pasó recientemente a ser un exportador neto. Esa autonomía le permitiría estar en mejores condiciones de sobrellevar vicisitudes en el mercado internacional de crudo, justo en un contexto en el que la Casa Blanca está en manos de halcones.

“Esta situación podría llevar a un conflicto de distintas maneras. En primer lugar, el control de Irán sobre las milicias amigas e incluso sobre sus propias fuerzas militares nunca ha sido bueno. Un grupo podría atacar por malinterpretar órdenes o por actuar por su cuenta. Puede haber dirigentes de línea dura que crean que un choque limitado podría radicalizar a la política iraní y debilitar al presidente Hassan Rouhani, un moderado. También los aliados de Estados Unidos en la región podrían querer un conflicto por sus propias razones. Por último, puede haber un accidente. El estrecho de Ormuz es muy angosto y ya se han producido enfrentamientos accidentales de la armada iraní con los británicos (2007) y con los estadounidenses (2016). La retórica acalorada que viene de ambos lados aumenta aún más al peligro”, concluyó Devine.