Tanto en el libro, como en speech desarrollado se pueden ver claras señales de que lo que será el perfil del nuevo discurso oficial en materia económica y social.

El formato del discurso es supuestamente innovador, e integrador de los distintos componentes de la sociedad, evitando el conflicto intra-social. Una idealización del modo de organización de la Edad Media, en el que representantes de los tres grandes grupos sociales -la clase política, el gremialismo y el empresariado nacional- son el eje de un nuevo pacto “re-fundacional”.

Esta visión “novedosa”, integradora y moderada se contrapondría con una visión marxista de lucha de clases, de enfrentamiento y conflicto, en la que los trabajadores chocarían con empresarios que los explotan a través de exacción de la plusvalía.

En este marco, la ex presidente se refirió a la necesidad de “un contrato social que involucre a todos: empresarios, dirigentes sindicales, un ciudadano que es operario, cooperativistas, una persona que tenga un plan de trabajo”, al estilo de los que en la década del 70 desarrolló el ministro de Economía de Perón en 1973, José Ber Gelbard, orientado a promover un “capitalismo nacional”.

Ber Gelbard, de nacionalidad polaca, llegó a la Argentina a los 14 años y poco tiempo después se afilió al partido comunista argentino, y tras empezar su vida de negocios como vendedor ambulante en las provincias del norte, llegó a ser uno de los máximos dirigentes del empresariado nacional, tras fundar la Confederación General Empresaria que se nutrió de pequeños y medianos industriales y agropecuarios, y también de comerciantes.

A diferencia del contractualismo de John Locke, el contrato –al que se refiere Cristina Fernández de Kirchner- no es entre personas que ponen límites al Estado sino que es un contrato entre grupos. O, mejor dicho, un acuerdo de grupos al estilo medioevo, muy lejano al contrato social que inspiró el pensamiento del capitalismo moderno, superador de la Edad Media.

El objetivo claro del discurso fue mostrar a una Cristina Kirchner con un perfil público renovado, sin una visión de enfrentamiento de clases, de ricos versus pobres o generadores de empleo versus empleados. No fue Marx sino Mussolini el inspirador de esta nueva visión de Estado. Ni más ni menos que la visión originaria que Perón trajo de Italia y que dio a luz a este fascismo vernáculo llamado peronismo.

Como en la década del 70, aludió a un diálogo entre la Confederación General Económica (CGE) y la Confederación General del Trabajo (CGT). Esta visión voluntarista ignora por completo las leyes de causa y efecto básicas que comparten aquellas naciones que han logrado sacar a sus ciudadanos de la pobreza.

Otro punto del discurso de CFK que sorprendió (o no) fue su elogio hacia Donald Trump, con el objetivo no sólo de esfumar en la mirada de aquel país el temor K (y el apoyo incondicional a Mauricio Macri por parte del presidente de los Estados Unidos y el FMI), sino de destacar los puntos en común entre las ideas de ambos. Entre Cristina y Donald: dos defensores de la industria nacional y el trabajo argentino y norteamericano, respectivamente, según ella.

Creo que unas pocas palabras sirven como muestra de lo que puede ser el mensaje de campaña de un “Cristinismo moderado” orientado a seducir al voto de una población no peronista y el empresariado nacional. El mismo nombre el partido “Unidad Ciudadana” hace alusión a ese perfil. Y también la fórmula con aroma a campaña civilizada a la que hizo referencia: la necesidad de “un contrato social de ciudadanía responsable”.

* El autor es director ejecutivo de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre