“Si se pudiera romper y tirar el pasado como el borrador de una carta o de un libro. Pero ahí queda siempre, manchando la copia en limpio, y yo creo que eso es el verdadero futuro”, le dice Luis a Laura en el célebre cuento Cartas de mamá de Julio Cortázar. Esa irrupción del pasado en la aparente armonía marital los destruye de a poco pero por completo. Ese pasado que vuelve, como una pelota que rebota y golpea el presente, ese pasado que se convierte en actual, ese pasado que molesta en algunos casos, duele en otros y resurge en otros tantos como deudas a saldar. Algunas obras imperdibles de la cartelera actual tienen al pasado como motor de sus historias, en forma de nostalgia, de asuntos pendientes a resolver. Aquí una lista de piezas recomendadas que no pueden dejar el pasado atrás.
Un baúl que tiene la palabra frágil será la pieza clave que acompañe al único actor en escena para contar esta historia. La nueva propuesta que tiene a Mauricio Dayub como productor, único actor y coautor (escribió el texto junto a Mariano Saba y Patricio Abadi) se trata del pasado. O de cómo reconstruir una historia que está plagada de personajes fundamentales.
Por eso, Dayub se viste de cada uno de ellos, los repasa, los repiensa para, ese es el objetivo último, construirle al personaje protagonista un futuro más sólido. Y entonces se pierde el equilibrio, se pierden esas zonas seguras y Dayub se enfrenta al abismo de estar solo en escena. Y eso es. No solo porque sobre el final, bellísimo y tan acertado, el actor se le anima al riesgo de perder el equilibrio, sino porque durante toda la obra Dayub debe componer, armar, desarmar, vestir, desvestir a diferentes personajes a la vista de todos. Nos demuestra que en el teatro solo hace falta querer creer para que suceda la magia. Que no se necesitan escenografías gigantescas que quieran convencer sino que con el cuerpo entero entregado a la actuación alcanza para meter de lleno a la platea en el juego ficcional. Y eso hace con los cinco personajes que crea: el tío referí, el padre subastador, el guardavidas, el joven enamorado y el presentador que hilvana todos estas figuras.
Con algunos objetos precisos, una dirección de César Brie que acompaña y profundiza en la metáfora como principio constructor, se lanza a este enorme desafío que implica estar solo en escena pero no por eso que se trate de una historia de un solo personaje. Aquí algo de magia o hechicería sucede porque Dayub se multiplica.
Después de casa de muñecas
La noticia es que vuelve Nora Helmer, una de las mujeres más conocidas de teatro realista, un personaje fundamental para lo que fue la escena del siglo XX. Nora de Casa de muñecas de Henrik Ibsen vuelve a casa después de quince años. Aunque hayan pasado casi 140 de aquel estreno noruego, en esta nueva pieza del dramaturgo norteamericano Lucas Hnath pasaron solo 15 de aquel histórico portazo que alejó a esta mujer de su casa familiar.
Nada supimos de ella pero ahora en esta nueva ficción, Hnath nos permite pensar una opción de entre tantas para el futuro de esta mujer. Nora se alejó para ser escritora, utilizó un seudónimo, claro está, y se convirtió en una autora conocida y portadora de la voz de las mujeres. Pero, problemas van, problemas vienen, un juez que veía con recelo estos gritos de libertad de Helmer, estas incitaciones a que las mujeres se empoderen y piensen qué quieren para ellas más allá del deber social de permanecer en sus casas criando niños y atendiendo varones, le complicó la jugada y la obligó a volver a su casa marital para solucionar algunas cuestiones.
Para la historia de Hnath esta situación es solo un pretexto para reflexionar sobre el lugar de la mujer, los (pre)juicios que se despliegan en torno a ella rápidamente y todo un corpus de lo más rico y potente para el tiempo actual. Una verdadera joya para la calle Corrientes. Paola Krum es Nora, Jorge Suárez su ex marido, Julia Calvo la niñera que quedó a cargo de sus tres hijos y Laura Grandinetti una de sus hijas con quien se enfrenta en un duelo poderoso. Javier Daulte dirige esta propuesta que vale la pena.
Francisco Lumerman vuelve a convidar al público porteño con una nueva obra de su autoría. Para aquellos que ya hayan disfrutado a este dramaturgo, director, docente, actor y dueño de su propio estudio de teatro, ya sabrán que Lumerman sabe contar historias sensibles e inteligentes. Para quienes no, es una gran oportunidad.
En El río en mí además de un texto precioso cuenta con unas actuaciones inolvidables. Claudio Da Passano (al que también se lo puede ver como Polonio en la nueva versión de Hamlet), Malena Figó, Elena Petraglia y Mercedes Docampo arman este entramado que tiene al pasado en el centro de la escena. Una hija que quiere saber qué le pasó a su padre en aquel pueblo perdido, un hombre que vuelve después de mucho tiempo, convertido en otra persona y dos mujeres que tienen mucho para ocultar.
Una vez más, como había hecho con El amor es un bien, Lumerman se centra en una historia de pueblo. Un río que tiene secretos, una casa convertida en hotel y un pasado que lucha por no quedar en el olvido.
Qué del pasado de Rodolfo (Nelson Rueda) aparecerá en escena es un dato que es mejor no revelar. Es que se trata de un gran thriller por lo que cualquier elemento contado de antemano puede estropear el final, que es bueno y es mejor saborearlo con sorpresa.
Lo que interesa aquí saber es que Rodolfo llega hasta esta parroquia de frontera, bien periférica, lejos de todas visibilidad, para donar una cuantiosa suma de dinero. El párroco (Arturo Bonín) lo recibe con cierta desconfianza. Y sí. Es imaginable que un hombre poderoso, con ínfulas de grandeza, genere sospechas. Un dinero de forma subrepticia suena sospechoso. Sobre todo si es con condiciones. Rodolfo pide a cambio algo que no tiene que ver con nada más que con una charla, una serie de preguntas que descolocan aún más a este sacerdote alejado de cualquier poder, dedicado exclusivamente al servicio de los que menos tienen.
Rodolfo quiere una confesión. Por eso, la trama de Daniel Dalmaroni se estructura en torno al duelo verbal de estos dos hombres. Repasan sus historias, hablan del pasado, de la Argentina en dictadura hasta llegar al momento que Rodolfo quiere. Rueda y Bonín se entregan a este juego de retórica en el que el pasado irrumpe con una fuerza que modifica todo.
*El equilibrista. Lunes y martes a las 21 en el Chacarerean Teatre (Nicaragua 5565), entradas $350.
*Después de casa de muñecas. De miércoles a sábados a las 20 y domingos a las 19 en el Paseo La Plaza (Corrientes 1660), entradas desde $900.
*El río en mí, domingos a las 18 y lunes a las 20.30 en Moscú Teatro (Camargo 506), entradas $300.
*Un instante sin Dios, martes a las 21 en Nün Teatro Bar (Ramírez de Velazco 419), entradas $350.