sábado, septiembre 7, 2024
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Los misioneros honraron a la Virgen del Valle

“Todos somos invitados a salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”, dijo el Obispo. También por los médicos en su día.

En la noche del domingo 3 de noviembre, día en que la Iglesia celebra a San Francisco Javier, los misioneros rindieron homenaje a la Virgen del Valle, en la quinta jornada de la novena en su honor.

La Santa Misa fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el responsable de la Pastoral Misionera, padre Carlos Rodríguez; el rector y el capellán del Santuario mariano, presbíteros Gustavo Flores y Ramón Carabajal, respectivamente.

En el comienzo de la homilía, Mons. Urbanč expresó: “Se nos propuso reflexionar acerca de que debemos ser una ‘comunidad que evangeliza con una catequesis kerigmática y en salida’.

Es por ello que rinden su homenaje a la Virgen del Valle, y memoria de san Francisco Javier, quienes animan la Pastoral Misionera. Bienvenidos a esta celebración y que la Madre de la Visitación nos estimule a ser discípulos-misioneros al encuentro de los demás, puesto que la dimensión misionera pertenece a la naturaleza misma de la vida cristiana. También recemos por los médicos en su día”.

A continuación citó importantes documentos eclesiales en los que se nos enseña sobre la importancia de la misión de la Iglesia; entre ellos mencionó que “san Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris Missio, describe tres ámbitos bien diferenciados: el primero se refiere a las comunidades cristianas formadas sólidamente y que viven con fervor: en ellas se desarrolla la actividad ‘pastoral ordinaria’, que es la forma concreta de realizar la misión de la Iglesia; el segundo, en países de antigua cristiandad o en Iglesias jóvenes, donde se ha perdido el sentido de la fe y las exigencias del evangelio: en este caso es necesaria una ‘nueva evangelización’; el tercero, la ‘actividad propiamente misionera’ se dirige a pueblos y grupos humanos donde Cristo y su Evangelio no son conocidos o donde faltan comunidades suficientemente maduras como para poder encarnar la fe y anunciarla a otros: ‘ésta es propiamente la misión ad gentes’ y tiene como peculiaridad que se dirige a los no cristianos, ya que la Iglesia ha sido enviada a todos los pueblos”.

Luego indicó que “en Evangelii Gaudium el papa Francisco nos dice que quiere «una Iglesia en salida» e invita a salir a ofrecer a todos, la vida de Jesucristo. (…) En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva. Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío», e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa. A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás». Hoy, en este «vayan» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”.

Más adelante, el Obispo manifestó: “Jesús nos envía a evangelizar todos los pueblos. Pablo da testimonio personal de la urgencia del anuncio del Evangelio: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”” y así, exhortó: “¡Seamos evangelizadores con Espíritu! Con la ayuda del Señor seamos Iglesia ‘hospital de campaña’ sanando con la Palabra, la oración y los sacramentos, con gestos concretos de fraternidad y cercanía, las heridas más profundas de los hermanos de nuestro tiempo. Decidámonos a estar en estado permanente de misión porque esa es nuestra vocación: evangelizadores en el propio ambiente, en las misiones organizadas casa por casa y en una presencia gozosa en los espacios públicos. Proclamar con creatividad la alegría del Resucitado en los medios de comunicación social y en las redes sociales. Ganar la calle como apóstoles y llegar así a todas las personas para que sepan que son amadas por Dios y por la Iglesia”.

Después pasó a reflexionar sobre los textos bíblicos proclamados “que nos animarán al desafío de la Misión”, dijo. “El Evangelio otra vez, nos invita a velar. (…) Se lo dijo Jesús a sus discípulos en Getsemaní. «Velen y oren para no caer en la tentación». Es lo que significa vigilar. Rezar, hablar con Jesús, en permanente diálogo con Él.

Preguntarle, contarle lo que nos pasa, confiarle nuestra vida siempre. Eso sí, tenemos que recordar, quizá en tiempo de Adviento especialmente, que Dios actúa de un modo discreto y silencioso, pero eficaz. No siempre como nos gustaría, no de forma drástica o exagerada, sino como el fermento en la masa. Todo lleva su tiempo. Y el tiempo de Dios no es nuestro tiempo. Eso también tenemos que recordarlo. Es que Jesús plantó un germen de vida, en lugar de implantar algo imponente y grandioso ya desde el comienzo. Para ayudar al desarrollo de ese germen de vida, cada uno tiene una tarea, una misión…”, enseñó.
Y, en esta quinta noche de la novena, el Obispo también cerró su homilía elevando una plegaria a la Virgen: “Querida Madre del Valle, Esperanza nuestra, suplica a tu Hijo amado que nos restaure, que haga brillar su rostro y nos salve. Que atienda el clamor de su pueblo y esgrima su poder para sanarnos. Que venga a visitar su viña y a restaurar la cepa que plantó para hacerla vigorosa en medio de tantas dificultades. Que nos siga protegiendo porque nos ha escogido. Así no nos alejaremos de Él para que nos siga dando vida, alegría y paz”.

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