Son 100 días con sus noches y la angustia de esperar que algo suceda. Más de 2.400 horas que pasaron a veces rápido, pero casi siempre lento.
Desde el 8 de diciembre, el gendarme argentino Nahuel Gallo está detenido en Venezuela. Pasaron más de tres meses, una prueba de vida imprecisa y la certeza de que sus derechos humanos están siendo violados de manera continua.
Privado de asistencia consular, de abogados defensores y retenido en la más absoluta clandestinidad, el gobierno argentino sigue reclamando que se difundan los cargos en contra del uniformado y, sobre todo, las pruebas que pesan en su contra.
Cien días después, las únicas certezas son las declaraciones de los cabecillas de la dictadura que, dijeron, se trató de un intento de magnicidio, más precisamente un supuesto plan para asesinar a la vicepresidente Delcy Rodríguez. Más allá de los dichos, hasta el día de hoy no se formalizaron las acusaciones, ni se mostró ningún indicio, ni una prueba.