sábado, julio 27, 2024
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El Gobierno lanzó un paquete que no sirve para ganar la elección

De todo el paquete de medidas para bajar la inflación, sólo el congelamiento de las tarifas -con la excepción del gas- y el descuento en medicamentos para los sectores más pobres de la sociedad (si es que se cumple eficazmente), pueden considerarse como beneficios seguros e indiscutibles. Con el agregado de que el congelamiento tarifario elimina transitoriamente un encarecimiento futuro, pero no implica una mejora respecto a la situación vigente, lo que diluye la percepción del beneficio.

Todo el resto son medidas de muy escaso alcance e impacto macroeconómico – como por ejemplo el inicio de la construcción de 10.000 viviendas dentro del Plan Procrear – o incluso con riesgo de ser perjudiciales para quien las tome,  como los préstamos a tasas exorbitantes que otorgará la Anses. En cuanto a las medidas destinadas al comercio y a las Pymes, son de una magnitud poco significativa para el contexto de crisis que atraviesan.

No podía esperarse algo mejor de parte de un Gobierno que descree visceralmente de ese tipo de medidas intervencionistas al punto de exprimir el diccionario para encontrar eufemismos que reemplacen la palabra congelamiento, que según expresó públicamente Marcos Peña es una estrategia “regresiva”, “insostenible” y que termina provocando una “inflación más alta”.

Si con toda la convicción y evidencias que tenía, Galileo Galilei no pudo convencer a la Iglesia Católica de la teoría Copernicana sobre que la tierra gira alrededor del sol, menos podrá un Gobierno atrapado en dogmas de libre mercado generar confianza respecto a una política antiinflacionaria que, para peor, se lanza con un impulso de precios al alza.

Por todo lo anterior, es poco probable que el paquete sirva para desacelerar la inflación de manera rápida y considerable, y que contribuya a que la curva descendente del nivel de actividad se revierta de manera significativa.

Menos aún si se tiene en cuenta que el “pico” inflacionario de marzo, más lo que se agregará en abril y mayo, asestarán un nuevo mazazo al poder adquisitivo de la sociedad y, en consecuencia, debilitarán el consumo, que es el motor indispensable y requisito necesario para que una economía se recupere.

Sin domar los precios ni estimular la economía, el plan no será efectivo para alcanzar el objetivo para el cual fue pergeñado, que es mantener a Mauricio Macri en posición competitiva para las elecciones.

Esta posición está siendo puesta en cada vez más en duda, tal como surge de la encuesta de Isonomía –una de las consultoras que trabaja para el oficialismo- que filtró el portal La Política Online y que muestra al Presidente perdiendo por 9 puntos frente a Cristina Fernández de Kirchner en un eventual ballotage, y del pesimismo que Jaime Durán Barba confesó a personas de su confianza que difundieron el estado de ánimo del ecuatoriano.

Más aún, en el mundillo de la política está sonando con un poco más de fuerza un escenario en el que Roberto Lavagna termine siendo el único tercero en discordia, ya sea porque Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey declinen sus candidaturas y le allanan el camino, o porque el ex ministro de Economía de marcha atrás con su hasta ahora inexplicable negativa a participar de las Paso dentro del Alternativa Federal y se avenga a medir fuerzas exitosamente con aquellos dos. Sería un escenario que complicaría todavía más las chances de Cambiemos, y que incluso podría dejar a su candidato fuera de la segunda vuelta.

No obstante, más allá de lo que surge de las encuestas, y aún cuando todo parece indicar que el improvisado y mezquino paquete económico no va incrementar las chances de reelección, de ninguna manera esa alternativa está descartada. Es que el voto es una misteriosa decisión que puede obedecer a múltiples factores, entre los cuáles el económico es fundamental pero no necesariamente decisivo.

Los politólogos mexicanos Andrés Valdez Zepeda y Delia Amparo Huerta Franco escribieron hace unos años un ensayo titulado ¿Qué mueve a los votantes?: Un Análisis de las razones y sinrazones del comportamiento político del elector.

Entre los múltiples motivos que se enumeran en ese trabajo publicado en Razón y Palabra, una revista electrónica especializada en temas de comunicación política, los autores incluyen el “voto ira”: los politólogos definen a este concepto como “aquel que se genera motivado por el hartazgo, el descontento, la inconformidad, el malestar y la irritación social en contra de algunos de los partidos contendientes o sus candidatos y/o sus plataforma político- ideológicas. Es el voto de protesta, también llamado voto negativo”.

Al respecto citan al consultor Joseph Napolitan, quien señala que “es más fácil conseguir que la gente vote en contra de alguien o algo a que lo haga a favor de algo o de alguien”. El rechazo a Cristina Kirchner que subsiste en una porción considerable de la población encaja en ese tipo de voto.

Y también en otra de las categorías de la lista que figura en el ensayo, denominado “voto del miedo”, al que definen motivado por el temor a “futuros adversos y dañinos para la sociedad en el caso de que los opositores ganen las elecciones”.

Valdez Zepeda y Huerta Franco sostienen que para agitar el voto miedo, la estrategia consiste en persuadir al elector de que en caso de “llegar los adversarios al poder se perderá o pondrán en riesgo la estabilidad, la paz, el progreso, el bienestar, el futuro, la seguridad, los valores y los logros alcanzados por los ciudadanos, por lo que se les convoca a sufragar para evitar el riesgo o para detener la posible calamidad que vendrá en el futuro y que lo representan sus opositores. Se argumenta además que ´Un triunfo de la oposición llevará a la nación al caos, el desastre y a una crisis por su inexperiencia para gobernar”.

Cambiemos ya ha demostrado que su habilidad para alimentar la ira y el miedo de los votantes en contra de Cristina es inversamente proporcional a su capacidad para mejorar la situación del país.

La recomendación maquiavélica sería entonces que insista en la polarización y desista de paquetes inconsistentes como el del jueves.

Aunque esa estrategia podría dibujar un círculo perverso, si es que la polarización potencia el avance de Cristina en las encuestas y ese crecimiento desata una corrida contra el peso.

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