sábado, diciembre 14, 2024
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Drogarse con nafta y alcohol etílico, nuevo flagelo de los adolescentes wichí en Salta

A lo largo del 2018 ya hubo seis casos de jóvenes que se prendieron fuego como producto de su consumo.

Según los líderes de la población aborigen, seis de cada diez chicos en edad de escuela secundaria se encuentran hundidos en la adicción a esas “drogas”. La historia de un drama que hasta hoy permanecía invisible.

El jueves 5 de octubre, unos minutos antes de la cena, José Campos (19 años) se mostraba inquieto en su humilde casa de la comunidad wichí, en El Morillo, Salta. De repente, ante la presencia de su padre y de uno de sus hermanos, sacó una botella de alcohol etílico de su bolsillo, se roció el líquido desde la cabeza y se prendió fuego. El adolescente murió cinco días después en el hospital San Bernardo, de Salta capital.

Desde hacía más de un año, José estaba perdido en el consumo de drogas. Para intentar escapar de los demonios que aparecían en su cabeza después de la muerte de su madre, Patrocinia Santillán, y de dos terribles desgracias familiares posteriores, inhalaba nafta y bebía alcohol puro rectificado de 90 grados. Tan crudo como desolador. Al sacar la botella de su bolsillo, la familia pensó que iba a consumirlo, como era habitual. Nadie imaginó que la utilizaría para quitarse la vida.

Su padre, Pablo Campos, sufrió así la muerte de tres de sus cinco hijos antes de que éstos llegaran a los 25 años. La mayor de los hermanos perdió la vida a los 14, producto de complicaciones durante un parto. El segundo hijo fallecido también había sido víctima de la adicción al consumo del alcohol etílico y también se había suicidado: con 20 años, se ahorcó con una sábana dentro del domicilio.

La tragedia de la familia Campos reflejó un drama que atraviesa a la juventud de las 26 comunidades wichí en la provincia de Salta y que hasta el inicio de este año se había mantenido invisibilizada.

Desde marzo de este año, ya se contabilizaron seis casos de jóvenes que sufrieron accidentes o murieron por el consumo de nafta y de alcohol puro. Algunos episodios condujeron a desenlaces fatídicos, otros finalizaron con discapacidades y quemaduras muy graves.

A lo largo de la provincia hay unas 26 comunidades wichí, integradas por unas 9.600 familias. Y, de acuerdo a relevamientos realizados por los líderes de cada comunidad, al menos seis de cada diez jóvenes wichí de entre 10 y 19 años está actualmente perdido en el consumo del alcohol etílico o la nafta.

“Estamos desesperados. Estamos viendo cómo se destruyen las vidas de nuestros jóvenes y ya no sabemos qué hacer para frenar esto. Necesitamos que el Estado nos ayude a poder frenar la venta de estos productos a nuestros menores de edad”,  explicó a Reinaldo “Oso” Ferreyra, presidente de la comunidad wichí de La Cortada, ubicada en la localidad de Coronel Juan Solá y la misma a la que pertenecía el joven José Campos.

“El primer caso trágico que ocurrió fue hace tres años, en la comunidad El Chañar. Un chico de 18 años que se apellidaba Arias se prendió fuego en su casa a causa de un accidente. La casa también se quemó. Después, la alarma volvió en marzo de este año, cuando una pareja de dos chicos de 16 años adictos se prendió fuego cuando uno de ellos quiso encender un cigarrillo. Ella quedó inválida y él sufrió quemaduras de tercer grado de las que todavía no se pudo recuperar”, detalló.

Desde hace más de un año, existe una ordenanza municipal que prohíbe a los comercios y a las estaciones de servicio vender alcohol puro y combustible a menores de edad. Sin embargo, desde la comunidad aborigen denuncian que algunos comercios todavía lo hacen y que no hay firmeza en ninguna regulación.

Tan cerca y tan lejos

Ferreyra no sabe a qué herramientas apelar para frenar el crecimiento incesante de la cantidad de adictos al alcohol y a la nafta dentro de su comunidad. Según su experiencia, los motivos del escenario radican desde la marginalidad y extrema pobreza en la que viven los jóvenes wichí hasta un proceso de urbanización que alteró por completo el modo histórico de vida de su pueblo.

“Sonará paradójico, pero parte del problema apareció a raíz de una construcción urbana que se suponía que nos iba a ayudar. Mis ancestros no pararon de advertírmelo, la construcción de la ruta nacional Nº 81 (fue finalmente asfaltada y habilitada en el 2008) nos iba a traer muchos problemas“, explicó.

“Por un lado, nos acercó a los vecinos ‘criollos’ de la zona, pero por otro, también hizo que el tránsito de camiones, el contrabando de drogas y la posibilidad de que nuestros chicos pudieran contactarse con la gente equivocada en la ruta dejaban toda nuestra historia a la deriva”.

Según Ferreyra, en una familia típica wichí de cinco hijos en edad adolescentes, al menos tres están comprometidos con la adicción a las drogas. Todos los ven deambular por las noches por las calles de tierra o los descampados: cargan la nafta comprada de manera ilegal en botellas de agua grandes vacía y después hacen un agujero en las mismas para poder inhalar.

“Es lamentable lo que se está viendo en esta parte de nuestra comunidad. A partir de los 12 años, la mayoría de los chicos de la comunidad wichí dejan de venir a la escuela y quedan a la deriva. Después no pueden conseguir trabajo, son extremadamente pobres y quedan sin rumbo”, afirmó Mariana, una docente de una de las tres escuelas secundarias de Coronel Juan Solá, quien prefirió mantener la privacidad de su verdadera identidad.

“Es una situación terrible la que están viviendo estos chicos y lo peor es que parece que nadie los quiere escuchar. Es como si fueran invisibles, pero son vecinos del pueblo como cualquier otro. Incluso, la mayoría de ellos ni siquiera tiene idea de que nos pueden pedir ayuda a nosotros. Hicimos marchas en el pueblo, pero hay pocos que escuchan este reclamo”, agregó.

El consumo de la nafta y el alcohol etílico remite a una práctica realizada hace años en las zonas más marginales de los asentamientos de diferentes partes de la Argentina. Su uso y posterior adicción generan así un daño grave y rápido a quienes los utilizan.

“El consumo asociado de alcohol con hidrocarburos potencia la toxicidad de ambas sustancias a nivel hepático, cardíaco, neurológico y renal. Generan desde mareos hasta desvaríos y luego se puede conducir a trastornos respiratorios y cardíacos graves”, afirmó a Infobae Marta Braschi, toxicóloga del Hospital Alemán.

“Los hidrocarburos provocan una enfermedad llamada neumonitis química. Se producen así arritmias cardíacas, ya que se aumenta la sensibilidad del músculo del corazón a las catecolaminas. También se pueden registrar problemas en la médula ósea”.

Desde el Ministerio de Salud Pública de la provincia de Salta se informó que todavía sigue firme la ordenanza municipal de la prohibición de venta de alcohol y nafta a los menores de edad y que cada tres semanas, una representante de la cartera visita la zona para hacer relevamientos sobre la situación de los jóvenes

La responsable de tal tarea es Carmen Palomo, jefa del Programa de Prevención de Uso Nocivo de Alcohol y Tabaco: “Desde marzo, con lo que le ocurrió a la pareja de jóvenes, empezamos a trabajar específicamente en la zona con los chicos. Hace unos años, lo que era la Secretaría de Adicciones y Salud Mental se dividió en dos y el consumo nocivo de alcohol, al tratarse de un producto legal, fue incluido dentro del campo de salud mental. Hoy estamos analizando una realidad más cercana a la adicción”, dijo Palomo.

Además del terrible caso del accidente de la pareja de adolescentes, la funcionaria recibió un informe del doctor Adrián Cardozo, gerente del Hospital de El Morillo, sobre el incremento de casos de pacientes con problemas hepáticos: “El doctor Cardozo nos alertó sobre un fuerte incremento de casos de cirrosis hepática en gente demasiado joven como para tenerla. Eso nos dio un indicio del grave problema”, añadió.

La representante de la cartera sanitaria afirmó que todavía se lucha para poder mantener en vigencia la ordenanza de prohibición y que se mantiene un plan integral de acompañamiento y prevención mediante talleres realizados en las escuelas de la región.

Sin embargo, desde la propia comunidad wichí, se asegura una y otra vez que la ayuda gubernamental no es suficiente. “Le damos la bienvenida a los funcionarios, pero la realidad es que lo que ellos están haciendo ahora lo podemos hacer nosotros también. Tienen que ponerse firmes para frenar la venta ilegal y atrapen a quien haya que atrapar”, se quejó Ferreyra.

“Con la nafta, antes los chicos la compraban en cualquier estación de servicio. Ahora, como cerró la del pueblo, la consiguen de manera ilegal o incluso la roban con mangueras a motos estacionadas en la calle”, reveló.

“Ya nos lo dijeron nuestros ancestros. Ellos nos anunciaron que nos iban a pasar este tipo de cosas. Nuestros chicos están dejando la escuela a los 12 años y entran en una vida imposible de llevar adelante. Inclusive son cada vez más los embarazos y partos de chicas menores de 16 años, cuando nuestra tradición histórica dice que la mujer debía tener una cierta cantidad de lunas en su vida (unos 25 años) para poder formar una pareja”.

“No sabemos si tenemos que cortar las rutas o hacer escraches a los comercios de los vecinos, no queremos que nos odien acá. Pero no sabemos qué hacer. Uno de mis abuelos me decía que nosotros vivíamos a la vera del río. Sembrábamos, recolectábamos frutos silvestres, vívíamos de la carne de nuestros animales y de las frutas. Nuestros niños no tenían ni caries en los dientes. Pero nos metieron en el mundo de los blancos y es como si nos hubieran contaminado. Nos metieron en el mundo pero para ser marginales. Y eso no puede ser así”, sentenció.

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